dijous, 31 de juliol del 2008

video y canción del verano: Baila chiki chiki-Especula chiki chiki

Si aún dudas cual va a ser la canción del verano.... VdeVivienda tiene la respuesta:
El Chiki-Chiki, al que todos creíamos muerto, ha resucitado en forma de mujer!
VdeVivienda ha podido reunirse con ella y nos ha asegurado que esta vez no habrá censura que cambie su letra. Con plumas y tacones en lugar de guitarra y tupé... ¿Quién dijo que la lucha no es sexy? Con esta nueva versión, el próximo año ganamos eurovisión!.

Puedes verlo en http://es.youtube.com/watch?v=21_fpF5Uqgc
y con mejor resolución de pantalla y bajártelo en http://www.vimeo.com/1409698
Pásalo!
Vdevivienda (www.vdevivienda.net)

dimarts, 29 de juliol del 2008

Arqueología jurídica: el por qué de la censura

Hoy día, la censura ya no tiene apenas justificación, ya se ha doblegado esta técnica de dominación hasta la saciedad y no sin razón. Sin embargo, entender por qué se ha producido puede ayudarnos a no repetir siglos y siglos de estúpidos silencios o entender algunos de nuestros comportamientos que se acercan a la censura, aunque éticamente los podamos considerar justos.

Existe en derecho penal una figura denominada 'provocación', que opera para atenuar penas en algunos delitos(*). Está claro que para ser contemplada, la intensidad de la provocación tiene que ser de la entidad suficiente como para enajenar a una persona. Si alguna vez te has sentido extraño justificando el cabezazo de Zidane a Materazzi es porque tienes interiorizado el principio de la provocación. Cuando alguien irrita a otro, aunque sólo sea de palabra, despierta el instinto animal que llevamos dentro y se produce el acto de violencia. En el caso citado la idiosincrasia italiana y nuestra propia subjetividad ayuda a no sentirnos culpables por justificar el cabezazo, pero hay algo más: Materazzi no tenía ninguna necesidad de insultar a Zidane cuando de lo que se trataba era de hacer circular un pedazo de cuero por un campo de césped. Y Materazzi se pasó, irritó a Zidane con una provocación idonea, esto es, aplicada en esa persona, consiguió el objetivo que perseguía: la reacción violenta de Zidane y su posterior expulsión. Si el árbitro hubiera sabido algo de derecho penal y de derecho administrativo, tal vez los hubiera expulsado a ambos, o sólo a Materazzi, puesto que sin la provocación no habría habido acto de violencia.

Algo así es también lo que pasó con las viñetas de Mahoma, pero a la inversa, porque no hubo censura. Eran de un carácter claramente provocador, lo cual se acabó saldando con disturbios en varios puntos del planeta. La única revista de humor que se salió de la lógica solidaria de las revistas satíricas (que publicaron caricaturas de mahoma por doquier) fue el Jueves, con una portada que tal vez nadie entendió. A mi me demostraron la diferencia entre autocensura y autolimitación. La autocensura habría sido dejar de dibujar a Mahoma (cosa que el Jueves lleva tiempo haciendo y se ha convertido en una sana costumbre que no abandonarán). La libertad de expresión es para hacer pensar, para cuestionar, no para dar la ocasión a un fanático descelebrado de derrochar adrenalina, y cuando esa es la reacción que va a causar tu viñeta, tú eres responsable de tus actos, también. La autolimitación es el equilibrio que nos permite ser libres en responsabilidad, sin coartar la libertad ajena, cosa que no sucede con la autocensura, que podría equipararse a sumisión.

Detrás de la censura está este argumento que acabamos de exponer. El Estado aplica la censura porque es el Estado y sólo él el detentor de la facultad de aplicar la violencia. Si permitiera toda la gama de expresiones existentes, los particulares, que siempre son algo irascibles, la emprenderían violentamente contra el otro particular y eso el Estado no puede permitirlo. Por eso, para evitar la violencia entre particulares corta de raíz y aplica la censura. Además, también es el intérprete del difuso concepto de orden público, que es lo que a la postre lo lleva por el camino de la amargura, puesto que es un concepto ficticio, como el de moral, y que se puede poner al servicio de cualquier grupo o grupúscolo, como los que ocupan el poder.

Aunque cuando hablamos de censura pensamos en los libros prohibidos, hay que tener en cuenta que hay muchas expresiones censuradas hoy día, desde las más comprensibles hasta las más pasadas de moda, y en medio, una amplia gama de casos dudosos. La apología del fascismo se prohibe en algunos estados aunque no en todos, así como la justificación y enaltecimiento de la pedofilia o de la lucha armada, por poneralgunos ejemplos. Hay otras expresiones que también están perseguidas y cuya ilicitud es más cuestionable, como el libro de cocina del anarquista, o una guía de canibalismo, pongamos por caso. Y hay casos en los que la censura ya no tiene sentido; los delitos contra el honor, por ejemplo, son ya residuos del concepto de moral de las sociedades occidentales. Y sin embargo, llamar gilipollas a Ramoncín sigue siendo un ilícito civil, cuando de largo sabemos que esa expresión banal no afecta a su honra pública (que, por cierto, dudamos que tenga). De hecho, no estamos ante una expresión suficiente (o idonea) como para provocar una reacción violenta por parte del afectado, o al menos, nos podemos permitir dudarlo. De ahí que las sentencias alasbarricadas.org, frikipedia e internautas.org nos puedan parecer desacertadas, pues son actos de censura innecesarios para la manutención del 'orden social'. De hecho, por su desproporcionalidad levantaron las iras del público afectado que la emprendió a golpe de piedra contra el susodicho en el Viñarrock de 2006, y aquí aparece un rizo del rizo, o un bucle sin fin. Las 'autoridades', totalmente desconectadas de la sociedad consideran antisocial este insulto menor y lo censuran, cuando se trata de una expresión normalizada en el lenguaje social y que no desata ira ni violencia ni estigma social. Y aquí subyace el trasfondo político de la sentencia: la casta judicial eleva el concepto de honor con el único objetivo de condenar al foro de anarquistas, al precio que sea (y es que hasta eso es arbitrario, porque no fueron los gestores del foro los que profirieron el 'insulto' al demandante, sino uno de sus participantes, pero se les condenó por no retirar los contenidos a petición de Ramoncín, pues sólo lo hicieron a petición del juez, bajo amenaza de incurrir en desobediencia). En consecuencia, el estrabismo social de la casta judicial no solamente intentó censurar una expresión corriente de la cultura popular (cosa que no consiguieron, puesto que el mensaje se redifundió hasta la saciedad), sino que consiguió levantar las iras del pueblo, que nunca entendió la gravedad del asunto, y respondió a la provocación de Ramoncín (con su incansable, cansina e incomprensible hazaña judicial) a pedradas.

Por todos estos motivos, la censura siempre ha tenido mala prensa, porque es un arma al servicio de la arbitrariedad, la aplique un particular (véase el caso credit services) o la aplique cualquiera de los poderes del Estado. De este modo, la irracionalidad de la acción del Estado, amparándose en un modo de evitar la violencia, la acaba provocando, en el peor de los casos. En el mejor de los casos, la incomprensión popular ante actos de provocación puede dar lugar a una canción nacida de la espontaneidad. Pero no se equivoquen, no todo el mundo está para ir componiendo cancioncitas y los hay que se han quedado sin paciencia de tanto robo diario.

(*) elementos de la provocación:
a) que por «provocación» ha de entenderse toda acción, palabra o ademán tendente a excitar, hostigar o incitar a otro, despertando en él la agresividad innata e inminente en la naturaleza humana; b) que dicha provocación, además de inmediata, ha de ser adecuada, lo que comporta, por una parte, que se apta para que, de ordinario y en el hombre medio, despierte la acometividad referida, y, por otra, que sea proporcionada o correlativa a la reacción del provocado, de tal modo que su virtualidad atenuatoria cesará cuando dicha reacción sea desmesurada o excesiva y supere ampliamente la entidad y gravedad del acto presuntamente provocativo; y c) que no entra en juego dicha atenuante en los casos de riña, pendencia, pelea o reyerta mutuamente aceptada cuando además no conste quién la inició o determinó ni de quién partió el reto o desafío dirigido al futuro contrincante y aceptado, expresa o tácitamente, por éste, toda vez que, en tales casos, además de ser recíprocos y mutuos los actos que excitan y enfurecen al adversario, no se dirigen realmente a ese fin sino que tienen una naturaleza defensiva y ofensiva al propio tiempo encaminada exclusivamente a dominar al otro contendiente y a lograr la victoria en el curso de la pelea entablada.

dimecres, 16 de juliol del 2008

JUSTICIA: el paradigma de la especulación

A menudo oímos hablar del Pocero de Seseña como paradigma de la especulación, y esto no es del todo cierto; el Pocero de Seseña representa el paradigma de la corrupción, pero no el de la especulación. En Barcelona existe una promoción que constituye un ejemplo claro de lo que es la especulación inmobiliaria: ofrecer un producto a un precio sobredimensionado gracias a las expectativas de negocio futuro del mercado. Es el caso de la promoción Justicia, en el barrio de Porta Sóller de Nou Barris, en Barcelona.

La promoción se llama Justicia y la conforma un conjunto de viviendas (entorno a 70) de las cuales, más del 90% están vacías porque no se han vendido. Al promotor tanto le da si están vacías o no, sólo quiere sacarles el máximo beneficio vendiéndolas, por eso tampoco las alquila. Y además, al ser una promoción nueva, con acabados de lujo y bien comunicada, su valor no puede hacer más que aumentar con el paso del tiempo. Entonces, ¿por qué se llama "Justicia" una promoción especulativa con un alto valor antisocial? Esta pregunta es la más fácil de contestar: el promotor es el señor Justicia, un obrero del barrio que ha ganado mucho dinero construyendo y que vio el momento de adquirir un terreno y promover su propia construcción. El Sr. Justicia tiene cubiertas sus necesidades y el coste de la obra lo cubrió con sus ahorros, de tal manera que no tiene prisa por vender ni por poner los pisos a disposición de sus vecinos en régimen de alquiler o cualquier otro, por muy Injusta que sea esta situación. El típico caso del pelotazo obrero elevado a la máxima potencia (el pelotazo del proletariado se define por la compraventa de pisos, pero a pequeña escala).

Por tanto, esta promoción seguirá erguida y posiblemente vacía a menos que alguien lo remedie porque, para más INRI, esta promoción de semi-lujo está rodeada de muchas otras promociones construídas o en proceso de construcción que, posiblemente, tengan que rebajar precios para vender porque se trata de negocios corporativos.

De este modo doy por contestada la pregunta del "ilustre" director del master de gestión inmobiliaria de la Universidad de Barcelona, el dr. Bernardos. Él supone que la pregunta clave es la siguiente: ¿los promotores inmobiliarios prefieren arruinarse a rebajar los precios? Pues va a ser que no, que muchos de ellos no se han arruinado y no se arruinarán, de tal modo que pueden esperar al siguiente ciclo especulativo para colocar su mercancía que, paradójicamente, se identifica claramente con el objeto de nuestros deseos y derechos, las viviendas. El resto sufrirán los efectos de la rapiña, pero los que puedan aguantar el tirón se fortalecerán más. Incluso en el caso que tengan que rebajar márgenes vendiendo más barato, podrán ir al mercado que han destrozado a comprar más barato y seguir acumulando para cuando vuelvan las vacas gordas. Eso, claro está, siempre que nadie lo evite, y no me refiero únicamente a los políticos.

dijous, 3 de juliol del 2008

Anarquía, Derecho y derechos: la vinculación relativa

El Estado se define porque retiene el monopolio de la fuerza, pero ¿por qué? El Estado mantiene la facultad de coacción porque no puede admitir el disenso. Toda la ingeniería organizativa del Estado está dirigido a que alguien dé la última palabra sobre una determinada materia, de cuya decisión no puede escapar nadie. Este no es solamente un error teórico, sino que es un ejercicio de hipocresía porque sabemos ya a ciencia cierta que trabajan con una hipótesis absurda: que el que toma la decisión siempre toma la correcta, que el Derecho siempre es justo. Y así vamos, nos equivocamos a cada decisión que tomamos, pero es en nuestro nombre y bajo nuestra autorización. Pero la cadena de autorizaciones hace ilusoria la misma palabra e idea de la democracia: se trata de una lánguida falacia.

Al final se impone el dinero, otro sistema de autorización: si tienes dinero lo puedes hacer todo, si no tienes dinero eres prácticamente impotente, o eso es lo que nos venden.

Una idea clave para entender la anarquía es que nadie tiene el monopolio sobre nada: todo es posible al mismo tiempo. Nadie lo decide todo, y todos no podemos decidir nada, aunque podemos hacerlo todo. Todas las revoluciones han fracasado porque siempre han intentado imponer una visión del cómo hacerlo todo y han debido imponerlo de igual forma que el Estado, con el uso de la fuerza en monopolio. Sin ese poder, las cosas pueden ser muy distintas: nadie monopoliza nada, no existe el Derecho. Sólo existe la posibilidad de legitimarse frente al colectivo y conquistar "un derecho a...", una libertad. A partir de esta premisa se formó la república romana, cuyo antecedente es la anarquía que quedó al derrocar la monarquía (a través de clanes familiares, etc... no se trataba de una sociedad justa, ni mucho menos, y aunque no existía la propiedad como la entendemos hoy, se trataba de una sociedad latifundista). El derrocamiento del poder superior les dejó el vacío y a través de ahí tuvieron que apañárselas para hacer las cosas lo mejor posible. Le sacaban el jugo a la ciudadanía (ius como jus, de donde proviene justicia) en asambleas, buscaban las soluciones de los antiguos (que es lo que desembocó en el sistema de magistraturas, donde los magistrados eran los que conocían las antiguas soluciones, o leges). Empezaron de nuevo, pero volvieron a caer en el mismo error: dejaron de practicar los derechos y empezaron a practicar el Derecho.

Todas las luchas en las que el pueblo ha defendido sus derechos, lo ha hecho en oposición contra una decisión o un decisor, se lucha por derechos, no por el Derecho (en este error se manifiesta lapanfletera admiración de los juristas por Jhering, el autor de La lucha por el Derecho), pues cuando se produce la lucha, ésta nunca encuentra a los juristas, que suelen tener más apego por el Derecho y el Poder que por los derechos o el apoderamiento (self-empowerment). Es muy posible que la población insurrecta siempre quisiera hacer tabula rasa, porque cuando explota explota por una diversidad de motivos y encuentra en el caos la posibilidad de ver nacer un orden diferente en el que se sientan partícipes y respetados, pero siempre llega alguien con argumentos complicados y se lleva el fruto de la victoria en forma de Derecho, no tanto en forma de derechos, aunque sean parte de su material propagandístico (en la Revolución Francesa, la burguesía). Pero probablemente no sepan del todo que lo que quieren es esa tabula rasa, o incluso que no lo quieran, porque desconfían de sí mismos y (también, o por eso mismo) del resto de los mortales, lo que ha llevado siempre a confiar en alguien a priori "más sabio" que les dé una solución sencilla, realizable. La desconfianza hacia la humanidad del otro (que en contextos de escasez es la única regla) hace buscar una solución segura, aunque no sea la más razonable, o correcta, o eficiente. La seguridad pública sólo tiene un objetivo: proteger los intercambios. Y si hay que protegerlos es por algo: porque están mal distribuidos, con parámetros muy diferentes a los de la necesidad, pero esta es otra historia.

La historia de los derechos es una historia de oposiciones (derecho a que se respete un interés particular, derecho a una prestación, ...). También podríamos hablar de libertades, que tienen tanto de positivo (poder hacer...) como de negativo (oposición a ... incluso a las omisiones o inacciones de otros); libertades y derechos en el fondo son lo mismo, pues sus efectos nos hacen libres de interferencias ilegítimas. En el fondo, no son nada más que posiciones que relativizan la vinculación de las normas generales. Han nacido como excepciones que han pasado a ser regla, que detienen el efecto de las normas y generan un nuevo equilibrio, una nueva posición basada en un nuevo consenso, que procede del disenso y por eso requiere de lucha.

Una sociedad sin poderes individuales y con mucho poder acumulado en capas reducidas de la sociedad que pretenden monopolizar el poder colectivo, no producirá más que lucha de oposición en busca del respeto a los derechos y libertades, de la justicia. Una sociedad formada por personas apoderadas de sí mismas, de su condición actora, exigente con sus derechos, haría innecesaria la existencia de un poder centralizado que proteja a la población, pues ésta sería autónoma para pronunciarse, no necesitaría programas ni lúcidas ideas, y este es el nexo de unión entre socialistas y anarquistas, el socialismo libertario. Pero siempre, siempre, tendría que encontrar formas para hacer compatible o dilucidable el ejercicio de libertades y el ejercicio de derechos, tanto colectivos como individuales. Mientras consenso y disenso no sean compatibles o mientras la línea sólo pueda trazarla un grupo reducido de personas, el individuo desapoderado necesitará que el Estado le diga qué es lo bueno y lo malo, lo cual sólo lleva a la esquizofrenia y, finalmente, al trauma social. La historia de los derechos es una historia de relativización del poder, de oposición libertaria a la dominación del poderoso, de conquista activa de esas posiciones de disenso que combate el inicial consenso y se encuentra con él, esto es, de convivencia entre consenso y disenso. Sin esa posición activa, el individuo no lo es: no es más que el diente de una cadena y deja de ser persona, vuelve a ser sólo animal.