Él se acercó a ella con las cejas apuntando hacia arriba, sólo suplicaba una mirada, una sonrisa de complicidad. Ella se detuvo un momento y le dejó acercarse; en cuanto lo sintió cerca se giró y, con los ojos casi llorosos, le abrazó.
Hacía ya varias semanas que compartían el trayecto hacia casa. El se enamoró en el mismo instante en el que la vió y en la primera conversación ya supo quién era:
Perdona, tienes una rama en el pelo -balbuceó él.
Ah, gracias, se me debe haber quedado enganchada al salir del centro -respondió ella mientras buscaba la rama con sus manos.
Deja que te ayude, eres nueva en este trayecto, yo lo hago hace algunos meses y nunca te había visto -le espetó él.
Sí, siempre vuelvo por este camino, me gusta mucho porque la brisa te trae el aroma de las flores -le confesó su secreto sin detener-se con la cabeza gacha, como avergonzada.
A mi también me gusta mucho este camino, está un poco descuidado pero también tiene su atractivo, no me había dado cuenta de lo de las flores, pero es cierto -se sorprendió él-. Yo vengo del puerto, esta temporada estoy ayudando con los barcos, arreglando cosas aquí y allá. Normalmente tomaba el recorrido de la costa pero hace un tiempo que descubrí éste y me gusta más, no sabía por qué, ahora me acabo de enterar. ¿Tú hace mucho tiempo que vienes por aquí?.
Hace ya un mes que cuido a los niños de este lado, es una tarea agotadora, pero da muchas satisfacciones... -contestó ella, amablemente.
[...]
La conversación se animó pero no pudieron continuarla. Ella llegó a su destino y se despidieron tímida y torpemente. Con el paso de los días, las conversaciones alcanzaban mayor profundidad. Así fue como ella le explicó la monotonía que había alcanzado su vida de pareja. Su compañero no era un mal tipo, pero todo había cambiado desde los primeros años. Él no tenía pareja, y había conocido muchas mujeres, pero ninguna era como ella, nunca había sentido una atracción tan especial y nunca ese sentimiento había ido creciendo a cada instante, a cada palabra.
Aquel día, la luna llena les sonreía. Se había hecho tarde ya y su camino, más lento que de costumbre, se había eternizado. No podían disimular sus sentimientos y a cada momento se desviaban del camino para besarse con un poco de intimidad. Ella lloraba a cada instante, no sabía si de alegría o de tristeza, por haber encontrado ese amor y porque sabía que ese día marcaba un punto de inflexión, su vida con su compañero estaba dejando de tener sentido.
Al ver su sonrisa a lo lejos y su expresión adolescente, su pareja se apercibió de lo que estaba pasando. Les esperó en el porche de la casa y en cuanto se despidieron se lanzó hacia él y se abalanzó sobre él violentamente. Ella huyó gritando y pidiendo auxilio.
Capítulo II. Una misión arriesgada
Apareció en el despacho de su padre con su expresión habitual. Su peinado moderno, de caída lateral, no encajaba con su pelo panocha y todavía no había aprendido que combinar pajarita con camisa de manga corta y pantalones de sport no le acercaría más a la nobleza. Por más que quisiera no podía esconder su torpeza natural. Cerró la puerta ante la mirada atenta del resto de redactores, que casi lo vieron lesionarse al engancharse su chaleco de algodón en el pomo de la puerta. Con aquel personaje, cualquier instante era un chiste. “¿De qué extraña combinación habría salido este extraño ser que me había tocado por hijo?”, se preguntaba Sir Bentham, propietario, entre otros negocios, del Northern Globe. Esa prueba latente de alguna infidelidad en la línea sucesoria le ponía de los nervios y, tarde o temprano, tendría que dejar las empresas en sus manos. Gilliam era su hijo mayor y el único varón. Sus pequeñas estaban bien casadas pero, al ser mujeres, no podían asumir la dirección del emporio y sus maridos ya tenían bastante con sus respectivos negocios.
Sir Bentham decidió darle una última oportunidad o un empujón final. Le tenía preparado un encargo muy especial, después del cual o se curtía o se convencía de que debía dejar los negocios a un gestor profesional.
Buenos días, Sir -se presentó educado Gilliam-, ¿qué se le ofrece?.
Por el amor de Dios, Gilliam, que soy tu padre, no te andes con formalismos -le recriminó Sir Bentham, sin apenas paciencia.
Usted sabe que soy un profesional de pies a cabeza, mientras estemos en este edificio, le trataré como el resto de los empleados, con total educación -se disculpó el hijo.
Déjate de tonterías y escúchame con atención -reclamó Sir Bentham-. Verás, hijo, después de tu último reportaje sobre el torneo de polo, la crítica no es muy favorable, nunca te perdonarán aquel pequeño error ortográfico ni tus excesos de estilo...
Pero, papá, digo (ejem) Sir Bentham... -rectificó Gilliam ante la mirada cansada de Sir Bentham- todo el mundo sabía que no quería insultar a aquel caballo y, bueno, salvo un par de errores, la crónica fue objetivamente fiel al desarrollo del partido y lo acontecido en las gradas.
De acuerdo, hijo, tienes razón, pero a nadie le interesaba, salvo a los que presenciaban el partido, que un caballo lanzara babas al escote de la hija del comisario, ¡por tu culpa ahora le llaman la “escupitos”! Virgen santa, es que no gano para disgustos, algún día perderé la paciencia -se lamentaba Sir Bentham mientras se secaba el sudor con un pañuelo de algodón-. En fin, eso es agua pasada, voy a darte una última oportunidad, tengo un encargo especial para ti. Es una misión arriesgada, pero precisamente por eso, podré saber si estás preparado para asumir responsabilidades. Es el reportaje que todo periodista querría hacer y que ningún empresario se atrevería a aceptar. Te he comprado un billete de ida y vuelta para Spuo-tò. Sabes que es casi imposible conseguir los permisos para ir a visitarlo, pero nuestra posición todavía sirve de algo.
¿Cómo? ¿Spuo-tò? ¡Pero, papá, tú quieres que me maten! ¿es eso lo que quieres, verdad, deshacerte de mí?
Pero hijo, ¿cómo te atreves? -aunque es cierto que había cierta preterintencionalidad en ese encargo, Sir Bentham había tenido que ceder a su subconsciente preparando algunos salvavidas-. Después de largas negociaciones he conseguido que las autoridades de Spuo-tò te asignen un guía armado, que no te dejará ni un instante a solas. Además, recibió educación en nuestro país, te asistirá en todo momento.
¿Quieres decir que con un hombre será suficiente? -Gilliam sabía que era un país peligroso, que su vida corría peligro. Rápidamente, sin embargo, vinieron a su cabeza los nombres de los más prestigiosos premios de periodismo y empezó a ensoñarse con ellos. Tras pensarlo unos breves instantes, y más animado por los premios que disuadido por los peligros, dió su respuesta-. De acuerdo, acepto, soy un hombre de temple ateniense y si hace falta también seré espartano, no te fallaré papá, digo, Sir Bentham.
La sonrisa se extendía por toda la cara cuando salía del despacho. Sus compañeros habían conjeturado que Sir Papá lo despediría después del último artículo, pero al parecer el jefe todavía seguía perdonándoselas todas, pronto mostraron cara de frustración y siguieron a lo suyo.
Dinos, principito, mañana redactarás tú la editorial -se oyó una mofa entre el bullicio.
Ja, ja, ja, mirad cómo me río -se dirigió hacia ellos Gilliam, con tono sarcástico-. Pues no, listos, que sepáis todos que he recibido el más importante encargo que jamás recibió el más portentoso periodista de este país. Pronto compartiréis redacción con el único periodista que ha recibido permiso para explorar Spuo-tò -dijo ante la mirada atónita de sus compañeros.
Sir Bentham, que miraba la escena desde su despacho, se llevava la mano derecha hacia la cara, avergonzado, con el único consuelo de que, tal vez, después de aquello ya no tendría que excusarse ante las víctimas de su columna semanal en la editorial del lunes. Pronto corrió el rumor por toda la ciudad. Todo el mundo obtenía gran placer en explicar la decisión de Sir Bentham, la carcajada estaba asegurada con las aventuras de Gilliam en Spuo-tò, eso si conseguía aguantar más de un día...
Gilliam Bentham partió un soleado día de domingo. En el muelle, contrató una orquesta y organizó una gran fiesta de despedida. Corrían de su cuenta la ginebra y los aperitivos, nadie quiso perdérselo, fue un verdadero acontecimiento. Entre los asistentes se mezclaba la esperanza de que no volviera, la risotada y el simbolismo. Todos esperaban que aquella despedida fuera también su despedida como periodista y como futuro empresario. Los trabajadores del Northern Globe, que temían quedarse sin trabajo en un futuro no muy lejano, cruzaban los dedos para que aquella expedición apartara de sus vidas a “gili”, tal y como le apodaban en secreto.
Y fue tanta la Ginebra que corrió por el estómago de Gilliam que, cuando el barco empezó a moverse, ya podéis imaginar qué paso. Por suerte, no hubo damnificados y, además, Gilliam permitió a los invitados marcharse sin agradecimientos. Sir Bentham también se pudo marchar a casa con desidia: “madre mía, espero no tener que arrepentirme...”.
Capítol III. An-ké, gulé
Después de un viaje penoso, y cuando Gilliam ya no tenía muy claro si le quedaba algo en el vientre por expulsar, vio aparecer la isla en el horizonte y con alma de marinero grito: “¡¡¡tierra!!!!”. Una mujer cogió a su hijo con gesto de querer impedir su impulso natural de ir a jugar con ese otro niño que superava la treintena.
Mamá, ya hemos llegado, vamos a ver el puerto -dijo el niño en perfecto inglés.
An-ké, cállate niño, ¡maldito imbécil! -respondió la madre, que recibió como respuesta algunas patadas al aire del niño.
Oiga, no hace falta que insulte al niño, pobrecillo, seguro que se porta muy bien -intervino Gilliam.
Cállate, cara-pecas, sopla-flequillos, histrio-maníaco -le replicó el niño ante la sorpresa de Gilliam, atónito por la mala educación y, a la vez, la habiliad léxica del niño, que reía y bailaba al ver la expresión boquiabierta del aristócrata.
¿Son ustedes de aquí, de Spuo-tò? -preguntó Gilliam a la madre.
Sí, pero eso a ti no te interesa -desagradable ella.
Vaya, qué carácter tiene la señora... Eso que le ha dicho al niño, An-ké, ¿qué quiere decir? -curioso Gilliam.
Quiere decir caca de tu culo, mierda asquerosa, podrida, eso quiere decir, ¡¡¡An-ké!!! -dijo la madre antes de marcharse al camarote a recoger las maletas- ven, niño, este extranjero ya nos ha destrozado el día.
Gilliam, totalmente descolocado, resopló como si aquello fuera un adelanto de lo que tendría que sufrir en la isla. Pero se sentía fuerte y, a pesar de todo, estaba bastante contento; de hecho, él era un optimista nato. Fue a buscar las maletas, repitiendo aquella primera palabra que había aprendido, que se pronunciaba como ignorando las vocales, neutralizándolas: “n-k, an-k, n-ké”.
Antes de bajar, soltó un poco el nudo de la corbata, puesto que el calor tropical era abrasador para él, se colocó un sobrero de ala ancha y divisó el paisaje. Le sorprendió ver la exhuberancia del paisaje, las dimensiones de la vegetación, que brotaba salvaje por cualquier rincón, y la belleza del puerto. Unas pocas casitas bajas, austeras pero de sólido porte, completaban un paisaje idílico, paradisíaco, que en ningún momento se cohonestaban con la idea que él tenía de Spuo-tò, más parecida al infierno.
A los pies del puerto le esparaba un hombre bajito, más bien gordito, de estética “barril” con un sombrero de paja, la piel morena y facciones europeas, con un machete atravesado en el cinturón. Gilliam ya comenzaba a preocuparse de ver que aquel hombre armado no era ninguna defensa digna para un señorito de su categoría. Al llegar, le bajó la mano que sostenia el cartel de bienvenida (“Welcom Mr. Gilian Benham”) y lo saludó sin ninguna fe:
An-ké -le dijo con media sonrisa ante la sorpresa de su interlocutor- ¿usted es el hombre armado que me tiene que proteger? Exijo que venga de inmediato un agente de la autoridad y me escolte hasta que alguien pueda garantizar mi seguridad.
Verá, señó, aquí no hay turidades, el señó Benham padre contató con uno amigo que le invitaron. En Spuo-tò somo tan pobre y desgraciao que no tenemo nadie que noh proteja ni noh ampare si tenemo problemas -le dijo humildemente Fret-, pero nuestro gulé es muy güeno, ¿quiere tomar uno antes de caminar? Me llamo Fret, señó, a pa'servirle noche y día.
Si no hay más remedio, tendré que aceptar pero en cuanto haya dejado las maletas quiero ir a hablar con los amigos de mi padre, esto no quedará así -decía Gilliam mientras volvía a respirar después de lamentarse cabizbajo-. Yo me llamo Gilliam -Fret señaló su cartel-. Sí, pero es con dos eles -añadió Gilliam con prepotencia.
Venga, señó, a casa de mi primo, hace un gulé mu güeno -dijo Fret mientras sacaba el machete del cinturón y lo alzaba en señal de intimidación a quien fuera que quisiera robar la maleta de Gilliam.
Así que el barco atracó, todos los pasajeros se apearon y marcharon y, en realidad, Fret alzaba el machete en medio de un desierto, como si un peligro indeterminado pudiera venir de la nada. La imagen era bastante patética pero igualmente Gilliam estaba muerto de miedo. En pocos minutos llegaron a casa de Jug, el primo de Fret.
Jug vivía en una casa austera. Así que saludó a Gilliam, con notable desprecio. Le hizo sentarse y le lanzó con poca amabilidad un plato de gulé, que era un puré de verduras ásperas. Jug asistió atónito a los preparativos de Gilliam para degustar un sobrio gulé: dispuso la cuchara de madera a la derecha del plato, perfectamente perpendicular al borde de la mesa, se acercó a la mesa colocando su mano derecha para medir los cuatro dedos exactos que debían separar su torso del plato y, tras pronunciar una escueta frase en voz baja, empezó a comer. En cuanto se puso en faena los presuntos primos se pusieron a hablar en su idioma, a hurtadillas de Gilliam que ignoraba el contenido de la conversación y comía gulé con sacrificio y tesón: “esto está asqueroso pensaba para sus adentros”.
Nivel 3 -dijo Fret.
Sí, pero es periodista, ¿no? Aunque parezca poco habilidoso, deberíamos aumentar a nivel 4 ó 5, su profesión lo hace más peligroso de lo que parece -comentó Jug.
¿Tú crees? -cuestionó Fret- míralo cómo se come el gulé, ni siquiera una mueca, tampoco es normal -Gilliam les miraba y trataba de articular una sonrisa forzada de agradecimiento.
Tienes razón, nivel 4, tampoco debemos forzar las situaciones, no vayan a provocarse accidentes innecesarios -asintió Jug.
En todo caso, lo confirmamos mañana a ver qué dice con el cuarto gulé -aseguró Fret-; esta tarde le llevaré a ver a los fraglotes.
Gilliam acabó el gulé y se incorporó a la conversación:
Bien Fret, ¿podemos irnos ya?, creo que ya me he refrigerado para lo que reste de camino -se apresuró Gilliam.
¿Qué le paresió el gulé de mi primo Jug, es güeno, eh? -le espetó Fret.
Muy rico, delicioso -repondió escueto y educado Gilliam.
¡An-ké! -dijo Jug con desprecio, como si le hubiera molestado tener que cocinar para un extranjero.
Bien, ¿podemos irnos ya?, parece que tu primo prefiere la soledad -dijo levantándose Gilliam-. Bien, muchas gracias por el gulé, señor Jug. Ya nos veremos por la isla.
N-k -le respondió Jug con cara de pocos amigos mientras se miraba su maleta.
Tá bien, señó Gilian, vamo a mi casa -dijo Fret antes de dirigirse a su primo Jug en su propia lengua-; sabes que tengo razón, es un nivel 3 si no 2 -añadió mientras hacia enormes esfuerzos para aguantar la risa.
Capítulo IV. Un lugar ingobernable
El camino se le hacía pesado a Gilliam. Sólo de recordar su infancia recluído en centros de curación para tratar aquel cansancio crónico ya sufría.
Después de beber del agua de Fret, Gilliam contempló la densa vegetación que invadía todo el espacio y, más allá, las casas de Spuo-tò. Aquellas construcciones eran simples pero muy bien cuidadas y normalmente estaban pintadas con colores y motivos diversos. Le resultaba extraño que un pueblo tan violento, indisciplinado y poco desarrollado tuviera aquellas casas tan bien conservadas. Fret se explicó con poca habilidad, pero Gilliam pudo entender que, al ser tan pobres, aquella gente se ofrecía a cualquier cosa con tal de que les dieran algo de comer, de modo que los trabajos de mantenimiento eran algo parecido a un trabajo caritativo que los más afortunados tenían que contratar, no tanto por su bondad como para evitar los robos. Las casas de los menos afortunados, pues, y gracias a la práctica adquirida, también lucían buen aspecto por dentro y por fuera.
Antes de seguir el camino, Gilliam le preguntó por los amigos de su padre. Fret le explicó que la débil estructura política de Spuo-tò se soportaba en los fraglotes, una especie de notables de los pueblos escogidos por los sabincianos, que eran los representantes de las unidades de convivencia, generalmente los miembros de mayor edad. Los fraglotes se reunian en asamblea cuando se tenía que tomar alguna decisión, normalmente relacionada con el exterior, porque el interior era ingobernable y cualquier intervención sobre las actividades de la población podía acabar trágicamente. Por este motivo, los sabincianos se reunían en una especie de Senado que era puntualmente informado de los asuntos que se trataban en la asamblea para, en caso necesario, difundir la injusticia que llevaba aparejada la decisión. Los mismos sabincianos escogen un príncipe que es la cabeza visible de Spuo-tò en el exterior, pero que en la práctica, no gobierna, es más simbólico que autoritario y hace más de comunicador con el exterior que de dirigente. De hecho, el escrutinio público de su persona es tan fuerte que a menudo tienen problemas para encontrar a alguien dispuesto a ser observado todo el día sin recompensa. La situación que le dibujaba Fret era, en resumidas cuentas, la del desgobierno más absoluto y un apático caos reinante. Fret concluyó su explicación repitiéndole otra vez “somos tan pobre y desgraciado que no tenemo utoridades”.
De hecho, Fret ya le anunció que en pocos días se celebraría una sesión del Senado para debatir, en honor a su presencia, las relaciones con el pueblo inglés, con vistas a enviar algún mensaje. Gilliam se lo miró entonces con actitud altiva, creyéndose importante, aunque sabía que él no llevaba ningún mensaje del rey ni podía comprometer a su país, pero aún así intentó explicarle a Fret que él era un hombre de nogocios importante y que a la vuelta pasaría a gestionar los negocios de la familia y tendría gran influencia, cosa que le permitía cierto margen a la hora de tratar con el príncipe. Fret se lo miró, como condescendiente, y le ofreció agua con toda su humildad. Gilliam se estaba embriagando de vanidad: “Este humilde servidor de su patria tratará de hacer lo posible por fortalecer los lazos entre nuestros pueblos, y le aseguro que no es poco; así como llegue solicitaré audiencia con el rey y el primer ministro para presentarles los mejores saludos de Spuo-tò”.
Reafirmado por sus propias palabras, Gilliam se levantó decidido a continuar el camino hasta llegar a la casa de Fret, como si sus miedos y su debilidad congénita hubieran desaparecido por efecto de la conversación. A los cien metros, Gilliam ya era consciente de su extrema debilidad natural y el miedo volvió a invadirle.
Al rato llegaron a la casa de Fret, no sin antes hacer infinitas paradas. En la primera, Gilliam se quitó los calcetines para tratar de aliviar la pesadumbre de sus pies; a los cien metros entendió que era un suicidio y volvió a detener la marcha para volvérselos a poner. Al rato quería agua, cada repecho requería un descanso previo para coger fuerzas y otro en lo alto... En definitiva, tardaron el doble del tiempo necesario para recorrer la distancia. El calor de justicia no invitaba a la conversación, pero Gilliam no pudo dejar de preguntar a Fret: “y los medios de locomoción, ¿eso no existe aquí?”. Y sólo le dejó empezar la respuesta al paciente Fret: “somo tan pobre y tan desgraciado, señó...”; “que no tenemos burros”, sentenció Gilliam.
Fret vivía en una casa que se encontraba al borde del camino, como la mayoría de su “aldea”, que se alzaba sobre las playas y los acantilados de la costa. Como las otras casas, era sencilla pero muy bien construida, dispuesta y cuidada. Fret había preparado una habitación con una cama, una mesita con un candel y un escritorio con una silla. Así, dejó la maleta, Fret le espetó a darse una ducha en el patio trasero, donde tenía acondicionados unos barreños a diversas alturas, una esponja vegetal recubierta de esparto y los extractos de plantas naturales, que hacían de jabón. Al salir de la ducha, Gilliam dijo sentirse “como una flor”, en alusión a la fragancia natural del jabón de Fret. Hicieron una comida austera y reposaron un rato. A eso de las cinco, se arreglaron para ir a visitar a los Fraglotes.
V. Un buen periodista
Antes de salir por la puerta, Fret aseguró las ventanas. Aquella era la señal para Ris, un chico risueño y muy despierto que vigilaba la casa desde que habían llegado, discretamente, con una piedra en cada mano por si le descubrían y tenía que fingir una travesura. Al ver los movimientos de Fret empezó a correr con la tranquilidad de que no sería descubierto. Al llegar a casa lanzó una piedra al porche de su vecino Hans, y cogió unas fresas de su huerto. Al verlo, el hombre corpulento le brindó una sonrisa discreta y se pus la cara de pocos amicos para ir a buscar a Joku . Gilliam observaba extrañado los movimientos de Fret y, de hecho, le sorprendía que los cierres de las ventanas fuesen nuevos, así que preguntó:
Fret, perdone que le pregunte, amigo, pero ¿tanta inseguridad hay en Spuo-tò para que hayas fortificado la casa? -preguntó con ironía Gilliam.
Verá señó Gilian, yo soy muy pobre y no tengo nada, y por eso nadie viene a mi casa a robar, pero hoy hago de embajadó para usté y he tomao medidas contra los variciosos, que aquí hay muchoh... He tardado una semana en fabricar los cierres desde que el Fraglote Tup me avisó que usté vendrá, son muy bonitah, ¿verdá? -se avanzó Fret a las preguntas inquisidoras de Fret.
¿Y no las podrías haber comprado? Ah, sí, que eres tan pobre... -se respondía Gilliam.
Señó, aquí no se puede comprá nada, nadie comparte las cosah que otro necesitan -le explicaba Fret con tristeza.
Está bien, explícame, ¿quién nos espera, quién es Tup? -al ver que la conversación podía acabar en términos delirantes, Gilliam cambió rápido de tema de conversación.
Mientras recogían y salían, Fret le explicó quién era Tup, un fraglote amigo de su padre que también había visitado su país para aprender alguna cosa de su sociedad. Después le explicó el orden del día de la asamblea de fraglotes extraordinaria que se celebraba en honor a su visita y que, en consecuencia, tendría como punto estrella las relaciones entre ambos países. También se habían incluído otros temas en la agenda para aprovechar la reunión, ya que en muchos casos algunos fraglotes tenían que caminar horas incluso días para llegar a la reunión. Al oirlo, Gilliam alzó la cabeza y moderó sus pasos; se sentía honrado y quería dar la impresión de ser una persona importante.
A medida que iban llegando al pueblo vecino de Turi-án (flor bonita) donde se celebraba la reunión, oyeron los gritos de dos hombres y un pequeño tumulto que se había organizado a su alrededor. Inmediatamente Fret volvió a sacar el machete y avanzaba en posición de defensa. Ahora hasta Gilliam lo veía ridículo y retrocedió unos metros más allá, como si no lo conociera. Un grupo de tres o cuatro personas retenía a Hans, que insultaba a Joku, rabioso. Hans, que también estaba retenido, también lo insultaba y tenía un machete en su mano derecha. Las mujeres de ambos hombres lloraban y suplicaban el fin de la pelea. Fret aceleró el paso y Gilliam, entonces sí, se acercó a él. Cuando ya parecía que los habían superado, Joku interpeló a Fret y en su lengua, Fret le dijo una pequeña frase acompañada del típico “an-ké”.
“Malditoh imbécileh” dijo Fret mirando hacia el suelo, antes de explicarle a Gilliam que los dos eran violentos por naturaleza y aprovechaban cualquier excusa para agredirse. En aquella ocasión Fret estaba molesto porque además lo querían meter en sus líos. Según él, Joku le reclamaba unos trabajos a Hans como fruto de una apuesta. “Yo sólo pasaba por allí, no soy testigo de las apuestas de nadie”. Diez metros más allá se oyó un grito más fuerte que los anteriores i al día siguiente se enteraron que Hans había conseguido reducir a Joku y amenazarlo de muerte mientras lo cogía del cuello.
En pocos minutos llegaron a un anfiteatro natural que utilizaban en ocasiones para los actos públicos, “un acantilado propio de cabras locas”, de acuerdo con la descripción que Gilliam se hacía para sus adentros. Cuando llegaron los fraglotes todavía se estaban acomodando en la rampa que hacía de hemicilo. Tup se dispuso a saludarlos en cuanto divisó una cabeza de color dalabaza. Lo primero que hicieron fue ofrecer un bol de gulé a los dos invitados que Fret aceptó condescendiente. En un primer momento, Gilliam lo rehusó pero después de que Fret le explicaba el nivel de ofensa que suponía, lo tuvo que aceptar bajo la advertencia de que no cogerlo podría arruinar la tarde. “Cualquier cosa si se trata de mejorar las relaciones bilaterales de Spuo-tò”, se convenció Gilliam. A cada instante observaba a Fret por el rabillo del ojo y sólo dejó de comer cuando vió que él también se daba por satisfecho.
Los primeros puntos de la asamblea se eternizaron. Todos seguían atentamente la discusión y se mostraban apasionados. La mayoría de los puntos trataban conflictos vecinales, como si nadie quisiera preocuparse de los caminos o los elementos comunes. Había incluso estallidos de violencia cuando algunos insinuaban la creación de policías o de cuerpos de mantenimiento y en todos estos casos, el príncipe se tenía que proteger de los insultos de los fraglotes que no querían injerencias en su honorabilidad, es decir, consideraban que cualquier intervención atacaba a su vida privada. Gilliam creía estar alucinando ante las reacciones de los fraglotes; después del primer punto él ya estaba pensando en su colección de boletines de clubs privados: ¿habría clubs privados en Spuo-tò? ¿Podría volver con alguna joya para su colección esclusiva?
Dos horas más tarde, se trató el tema de las relaciones bilaterales. Una tercera parte de los fraglotes ya había abandonado la asamblea y la resta iniciaron una discusión muy breve sobre el particular:
En honor a nuestro invitado, iniciamos la discusión sobre la mejora de las relaciones bilaterales -anunció el príncipe.
No podemos consentir que los extranjeros nos roben nuestras tierras, o nuestras mujeres, o nuestros alimentos, ¡no hay nada que hablar! -dijo un fraglote de edad avanzada, con expresión de resentimiento.
Qué podemos esperar de unas sociedades hipócritas, que permiten el vicio a sus habitantes, que por la mañana rezan y por la tarde acosan a la criada, esto lo han visto muchos vecinos que han viajado -dijo otro.
Señores, les pido respeto, propongo enviar un mensaje de amistad a nuestros amigos y enviar un embajador con poderes para hacer tratos diplomáticos -se esforzó el príncipe, que fue objeto del cridorio general e incluso amenazado por algunos fraglotes que se habían procurado piedras por si acaso se le ocurría insistir.
Tenemos que recordar nuestra Declaración, es más, propongo ampliarla -decía un fraglote para mostrar su hostilidad hacia los extranjeros, invocando la Declaración Marítima, que impedía acercarse a cualquier barco extranjero a menos de 2 millas náuticas de Spuo-tò, bajo amenaza de guerra-. Mitra sabe que esta gente tiene instrumentos de guerra sofisticados que podrían vulnerar nuestra santa declaración. Si han enviado a alguien, seguro que quieren algo, ¡nos están espiando!
El señor Gilliam no tiene ninguna misión política ni comercial, ha venido interesado en nuestro paisaje natural y tiene mi confianza y la de los fraglotes más queridos -intervino de nuevo el príncipe para relajar los ánimos.
En Spuo-tò no tenemos nada que ofrecer a las otras naciones, pero si se interesan por nosotros será que quieren algo. En cualquier caso no tenemos riquezas para pagar sus pretendidos favores, bien sabemos que otros países que han hecho tratos con ellos han acabado endeudados por décadas -argumentó otro fraglote.
[...] La discusión, corta y desconfiada, no se extendió mucho más tiempo y acabo sin ningún compromiso ni declaración de buenas intenciones. Solamente se decidió aumentar la distancia de defensa de la Declaración Marítima hasta las cinco millas náuticas. La decepción de Gilliam era tan grande como su admiración por la excelente puesta de sol que le había robado aquella estrambótica asamblea.
VI. La primera misiva
Antes de que escureciera iniciaron el camino de vuelta no sin antes desgustar con relativa soltura un tercer gulé para corresponder a la invitación del príncipe, que se ofreció amablemente a acompañarlo hasta la casa de Fret. Durante el trayecto el príncipe le explicó al periodista los entresijos de la política spuotense. Gilliam estaba altamente extrañado del desinterés de los mismos fraglotes por los asuntos públicos y no reparó en preguntas acerca del carácter de los pobladores de la isla:
Entonces, querido príncipe, si nadie vela por los caminos ni la organización, cómo puede sostenerse la paz -inquirió Gilliam.
Verá, señor, no debe usted dejarse llevar por las apariencias, más allá de una asamblea de fraglotes, en cada rincón se esconde el egoísmo, la guerra entre clanes, las facciones religiosas y la miseria. El poco orden que existe es fruto de las relaciones de esclavitud que se establecen en los conflictos. Este camino que pisamos, por ejemplo, lo tuvieron que construir los pobladores de los acantilados tras la violación y asesinato de una mujer en la celebración de un rito de purificación de nuestro Mitra. Los vecinos de Turi-án, de donde era la mujer, amenazaron con la 'caedes' a los vecinos de los acantilados si no reparaban el daño causado. Los vecinos de los acantilados no tuvieron otro remedio que aceptar los trabajos ordenados como penitencia. Es ésta una situación común que usted encontrará si logra establecer una conversación con algún spuotense -le miraba convencido el príncipe-, bueno, pregunte a Fret, él le explicará.
Sí, Fret intentó darme explicaciones, pero ahora lo entiendo mejor -afirmó Gilliam-. Me cuesta creer que todo se mantenga en pie, que alguien quiera vivir aquí.
Ese es el secreto que vienen a buscar los exploradores, cuando vienen... -se lamentó el príncipe, disponiéndose a susurrar algo al oído a Gilliam para no ser escuchado por los guardias que les acompañaban en comitiva- debe hacerse cargo de que los spuotenses se encuentran más cerca de los animales que de Mitra y en pocas ocasiones tienen siquiera la capacidad de pensar que se pueden marchar de aquí. Otros hemos tenido suerte con el clan que nos ha tocado por nacimiento y la mayoría ya estamos acostumbrados a la violencia, vivimos resignados pero este es nuestro hogar al fin y al cabo.
Perdone, ese tal Mitra del que habla... -se animó Gilliam a preguntar.
Mitra es el creador del universo y la tierra; creó Spuo-tò en un rato libre que le quedó. Cuentan los ancianos que con nosotros intentó crear un hombre más perfecto, pero se despistó y se le quemó el producto al sol, por eso somos más morenos y de carácter irascible -bromeó el principe-. La próxima semana se celebra una fiesta en su honor después de la cosecha. Está usted invitado a los festejos, desde luego, será mi invitado de honor.
Será un auténtico placer, señor príncipe. Bien, le quería pedir un favor -añadió Gilliam al ver que se acercaban a la casa de Fret- verá, sólo me han asignado un hombre y claro... no estoy diciendo que Fret no sea diligente, todo lo contrario, pero no me siento muy seguro, entenderá usted.
No se preocupe, amigo, mientras esté con Fret no le sucederá nada, además me ha explicado que ha asegurado la casa. En cualquier caso, mañana le enviaré unos hombres que le vendrán a buscar, algunas personas se toman las celebraciones religiosas con mucha pasión -aseguraba el príncipe.
No querría ser una molestia, señor, pero entienda que no estoy en mi casa y...
Yo me encargaré personalmente de su seguridad, no se preocupe, está todo controlado -se ratificó el príncipe.
Bien, confío en usted, pase muy buenas noches -se despidió Gilliam mientras ensayaba una reverencia que sólo fue interrumpida por el brazo izquierdo del príncipe, ahorrándole el esfuerzo.
El camino había sido un poco tenso. A cada paso, la mirada escrutadora y desafiante de los habitantes parecía cometer un pequeño acto de agresión, a pesar de la abundante guardia que acompañaba al príncipe. Fret, que se había adelantado, le esperaba tras la ventana y, al verlo, salió y se dirigió al príncipe por unos instantes.
De seguida, Fret preparó algo de cena. Aquél había sido un día intenso y fatigante, pero Gilliam tenía muchas ideas rondándole la cabeza, así que en cuanto acabó de comer se decidió a plasmarlas en papel, como esbozo de la primera misiva para el Northern Globe.
Distinguido Sir Bentham,
Estas son algunas de mis primeras reflexiones sobre Spuo-tò. Espero que mis primeras vivencias les resulten reveladoras a los lectores del Northern Globe.
“Queridos lectores del Northern Globe. Tras apenas un día de estancia en Spuo-tò he tenido ya la ocasión de conocer la estructura política del país y algunas de las notas características de sus habitantes y su forma de vida. Les beneficiaré, con su permiso, con las conclusiones del presente viaje, a modo de introducción. Por dos motivos, porque no puedo asegurarles mi regreso y porque habiendo conocido a los hombres más notables del país y a un par de sus hombres más pobres, creo estar en disposición de describirles este país como si mi estancia ya hubiera finalizado.
Violencia, este lugar se distingue por la violencia. Exabruptos en la vegetación, en las reacciones de las gentes, en su forma de entender la vida. Desde aquí siento el orgullo de pertenecer a una nación capaz de servicios comunes bien organizados y unas condiciones de orden bien establecidas. En este paraíso tropical a medio hacer ni el Estado aparece ni se le espera. No se hagan esperanzas, sin embargo; ni la miseria ni la desgracia van a persuadir a estos hombres para que abracen la civilización, organicen el bienestar de la comunidad y observen el placer que otorga el sacrificio compartido para disfrutar de la disciplina y el bienestar. Tampoco están asistidos por una organización social en capas diferenciadas, y por ese motivo, los pobres seguirán viviendo sin un ejemplo a seguir, nadie les enseñará la virtud del deporte o la lectura, y no disfrutarán de una posibilidad de aumentar su bienestar con sacrificio y tesón.
Los amantes de las leyes desaparecerían de este lugar en tansolo un minuto. Un servidor ha decidido, no sin vacilaciones, continuar la expedición, pues en cualquier rincón acecha el odio y el resentimiento y unas creencias religiosas primitivas capaces de despertar la sinrazón. Así como el destino ha brindado a este lugar el atardecer más precioso y las aguas más cristalinas, al mismo tiempo ha olvidado concederle la capacidad de afrontar sus relaciones internacionales en confianza y mutuo provecho.
Existen, desde luego, buenas noticias, rayos de esperanza que en ocasiones inundan la oscuridad. El príncipe procura, no sin dificultades, que la harmonía se haga un hueco en la isla, en ocasiones la ira deja paso a la risa y el plato típico (el gulé) puede digerirse, aunque sea como fórmula para evitar males mayores. Con añoranza por nuestra próspera y afortunada nación les saluda Gilliam Bentham, su enviado especial a Spuo-tò”.
VII. Visita a medianoche
Destrozado y un poco desanimado, Gilliam fue a la cama dando el encargo a Fret de que a la mañana siguiente le dejara descansar para recuperarse del viaje. Apagó el candil y respiró tranquilo. A medianoche, sin embargo, despertó sacudido por una urgencia gástrica: el gulé había desatado una evacuación excepcional como no recordaba otra. Llevaba ya cinco minutos de esfuerzo cuando escuchó que alguien aporreaba la puerta:
¡Abre, Fret, sé que estás ahí! -Joku gritaba sulfurado al otro lado de la puerta. Gilliam, aún sin entender sus palabras, imaginaba que aquella no era una visita de cortesía.
¡Vete de aquí maldito imbécil! -reivindicó sobresaltado Fret.
Joku no se lo pensó dos veces y la emprendió contra la puerta hasta que logró someter los sencillos cierres que Fret había instalado. El hombrecillo le esperaba machete en mano, no parecía demasiado peligroso pero Joku no se acercaba por si acaso. En cuanto acabaron una breve discusión, Joku recorrió toda la casa en busca del extranjero. Cuando al final lo encontró en el patio trasero lo agarró del pelo hasta que logró levantarlo; se colocó detrás suyo y le agarró del cuello como si fuera a estrangularle.
La imagen era delirante. Joku interrumpió las tareas de expulsión de Gilliam y éste, con el camisión de algodón blanco medio arremangado no dejó en ningún momento de hacer lo que estaba haciendo, impulsado tanto por el efecto del gulé como por el terror que estaba recorriendo todo su cuerpo.
Este año la cosecha ha sido excepcional, necesitaremos tu inteligencia para conservar una buena parte, cariño mío (an-kè-l)! -dijo Joku sulfurado.
Habrá que buscar una alianza entre los conocimientos tradicionales y la habilidad que tenéis algunos para innovar -respondió furioso Fret.
Esto mismo venía pensando por el camino, tal vez podríamos intentar un paté de cebada, ¿qué me dices? -exclamaba Joku.
Ves, cariñito de mi corazón (an-kè-l-tara), siempre tienes ideas geniales, ¿has pensado alguna más? -comenzó a desesperarse Fret, que apretaba la mano con la que sostenía el machete.
Bien, he pensado que podríamos conservar todo lo que necesitamos para elaborar la cerveza y guardarlo para el año que viene, así podríamos usar la cebada para otra finalidad, pero todavía no sé cómo hacerlo -Joku hacía movimientos en círculo al ver que Fret se acercaba lentamente, arrastrando a Gilliam, que sudaba como un cerdo.
Seguro que a alguien se le ocurre algo, ya verás, amigo mío -sentenció Fret mientras acercaba el machete hacia la pareja de baile.
Bien, mañana haremos correr voces, a ver qué. Que descanses, an-kè -Joku se despidió lanzando a Gilliam hacia Fret, escupiéndoles con rabia
Gilliam se abrazaba aterrado a Gilliam y en apenas unos segundos, el cambio de pareja le tranquilizó. En cuanto Joku salió de la casa, Gilliam se dirigió a Fret, esta vez sí, exigente:
Pero menuda chapuza has puesto en las puertas Fret, ¡has puesto en riesgo mi vida y la continuidad de mi linaje! -Gilliam estaba totalmente irritado.
Yo, señó... creía que ... lo siento mucho, le pido disculpas, señó, no volverá a sucedé, le juro por Mitra.
Déjate de Mitra, ¡este hombre casi me mata! - Gilliam daba vueltas sobre sí mismo, agobiado, pensando qué podía hacer.
Ya no volverá, señó, ya tiene lo que quería, le puedo asegurá -le prometía Fret.
Ahora mismo hacemos las maletas y me acompañas a la casa del príncipe, me dijo que se encargaría de mi seguridad, ¿no? Pues ahora tendrá que cumplir su promesa -pensaba en voz alta Gilliam mientras se empezaba a lavar- ¡tráeme ropa limpia, lo primero que veas en la maleta!
Señó, el camino es peligroso, gente mala en la noche, no podemo arriesgá -suplicaba Fret.
Ahora resulta que tú me vas a enseñar qué es peligroso y qué no... ¡lo llevamos claro, tráeme la ropa! ¡Ya! -al oir estas palabras, Fret se marchó avergonzado hacia el interior de la casa.
En unos minutos Fret ya había hecho la maleta de nuevo y salieron de la casa. Con un gesto de menosprecio, Gilliam le arrebató el machete a Fret y le exigió, con un giro de muñeca, que le mostrara el camino hacia la casa del príncipe. Fret le explicó que el príncipe no vivía allí, que estaba alojado temporalmente en un palacete del puerto, pero Gilliam ni tansolo se molestó en mirarle a la cara.
La imagen era todavía más patética de lo que había resultado por la mañana. Fret caminaba relativamente tranquilo mientras que Fret, paranoico, no hacía más que girarse a un lado y al otro vigilando todos los frentes. Cada diez metros tenía que dar una pequeña carrera para alcanzar a Fret y exigirle una parada técnica, ya que temía ahogarse. A cada ruido que le parecía escuchar se dirigía con gallardía hacia el margen del camino y cortaba unas cuantas ramas con el machete, en parte como ataque preventivo a las criaturas de la noche que pudieran acecharles, en parte como gesto infantil de un niño que tiene un juguete nuevo.
Mientras se acercaron al puerto, un perro había empezado a ladrar, recordándole a Gilliam la mordida que le asestó el perro de sus tíos, veinticinco años atrás. Su corazón se aceleró. En cuanto llegaron al palacete, Fret aporreó la puerta, despertando a todos, que ya dormían plácidamente.
Capítulo VIII. Un pequeño sacrificio
Un hombre adormecido abrió la puerta. Fret intentó sobresaltarlo hablando rápido y excitado, explicándole lo sucedido. El hombre fue a buscar al príncipe que, convulso, le ofreció sus disculpas a Gilliam. Mientras subían las escaleras que iban hacia las habitaciones, el príncipe exclamaba con las manos hacia el cielo, como si pidiera explicaciones al mismo Mitra y después se las cogía, suplicando protección para su huésped. Toda la casa se movilizó para preparar la habitación del nuevo habitante. Gilliam miraba en todas las direcciones, desconfiado; claro, el perro ladraba no muy lejos.
Un rato más tarde ya estaban todos durmiendo plácidamente. Fret quería marcharse a su casa pero la insistencia de Gilliam y el príncipe le hiciero recapacitar. Gilliam seguía enfadado con él, pero no podía permitirse que su despecho fuera a poner en peligro a aquel pobre hombre, “tan pobre y desgraciado”, pensaba nuestro protagonista. El visitante tampoco podía permitir que una desgracia cargara en su conciencia.
En cuanto el perro calló, Gilliam pudo pensar en sus cosas. Le vino a la cabeza la carta que tenía preparada, tal vez los nuevos acontecimientos exigían un cambio. Lo meditó y decidió no incluir ningún cambio. Al fin y al cabo, el discurso sobre la violencia le había parecido un poco duro, pero ahora pensaba que era correcto y ajustado a la realidad. La desidia hizo el resto, y con un error enmendó otro. Bueno, tal vez un pequeño cambio sí que era necesario. Tomó la carta y añadió un breve texto. “PD: eviten el exceso de gulé, sus tripas y su sueño lo agradecerán”. Acto seguido, preparó el sobre y lo dejó sobre una pequeña mesa que había en la entrada de la habitación.
Al día siguiente, y sin poder dormir todo lo que habría deseado, Gilliam despertó relajado. Después de desperezarse con una palangana que había dejado el príncipe en su habitación bajó a desayunar. “¡Oh! -pensó- esta gente sí que sabe desayunar”, al ver la abundancia de frutas y manjares que le esperaban. En una mesa grande se estaban despachando a gusto la guardia del príncipe, el mismo príncipe y... ¡sorpresa!:
¡Cara-pecas, sopla-flequillos, histrio-maníaco! -así le recibió el hijo del príncipe que resultó ser el niño del barco.
¡An-kè! -respondió hábil Gilliam.
An-kè... -le correspondió la madre del niño, con agria actitud, mientras corregía la mirada del niño señalándole el plato que tenía delante.
Entonces, usted es la princesa y tú... tú eres el principito -Gilliam se alegró de ver caras conocidas.
¡Y tú eres el niño del barco, caca-pecas! -dijo el niño ruborizando al extranjero. En ese momento se acercó un perro que empezó a olisquear a Gilliam, poniéndole nervioso.
Bonita manera de empezar el día, ¿alguien puede apartar al chucho de mis muslos, por favor? -dijo Gilliam casi inmóbil al ver que el perro había postrado su morro en la entrepierna del visitante.
Este perro está muy bien adiestrado, sólo le haría daño si tocara algún miembro de mi familia -bromeó el príncipe-, pero no se preocupe, lo mantendré alejado de sus “inquietudes” -añadió, llevándose el perro hacia el patio.
¿Y este niño que que habla tan bien cómo se llama? -preguntó Gilliam.
Eso a usted no le importa -respondió la madre antes de que el niño pudiera decirlo.
Perdone usted, no sabía yo que tenía una habilidad tan desarrollada para molestar... -dijo Gilliam visiblemente enfadado.
Se llama Ti-kè -contestó, seca, la madre.
Significa “regalo del sol”, porque mamá dice que cuando nací el sol envió un rayo especial para iluminarme -aclaró el chico.
En cuanto acabaron de desayunar, Gilliam le pidió al príncipe que entregara la carta a un correo para hacerla llegar al Northern Globe. Si no había ningún problema, su columna semanal ilustraría puntualmente las aventuras de Gilliam en Spuo-tò. Después dio un paseo relajado por el puerto mirando los barcos y la poca gente que lo transitaba.
<¿Por què?> Por su lado, el niño y la madre subieron al dormitorio para acabar de arreglarse. El niño aprovechó aquel momento de intimidad para pedirle permiso a su madre para jugar con Gilliam:
Hijo, te he dicho que es un peligro, no podemos ser amables con este señor -le respondía, paciente, su madre, acariciándolo.
Pero, mamá, ya le he dicho cosas feas al señor Gilliam -respondía el, con morros.
A ver, an-kè-l, ¿acaso no te gusta jugar al mundo al revés? -decía la madre mientras veía que el niño respondía con una negativa con la cabeza baja.
No me gusta el mundo al revés ¡es malo! -renegaba Ti-kè- ¿por qué tenemos que jugar a ese juego?
¿Recuerdas lo que hemos visto en nuestro viaje, cariñito mío pequeño (an-kè-l-at). Más allá del mar la gente se pelea y se odia, siempre tienen prisa, esclavizan a los animales, ¿eso te gusta a ti? -trataba de explicar-le la madre.
No, no me gusta el más allá, pero si se lo explicamos tal vez juegan ellos al mundo al revés para siempre jamás, ¿y entonces todos serán felices! -conjuraba optimista el pequeño.
An-kè-l, no es tan facil como parece... a veces tenemos que hacer un pequeño sacrificio -se escabullía ella.
¡Quiero saber por qué jugamos al mundo al revés y porqué papá es el príncipe, quiero saberlo todo! - el marrec no es renegava a quedar-se sense resposta.
Verás, hijo, hace mucho mucho tiempo, un marinero llegó a Spuo-tò... .
Así, la madre le explicó a su hijo cómo un día la fama de Spuo-tò dió la vuelta al mundo entero y empezaron a llegar extranjeros a la isla. Al principio, los habitantes de Spuo-tò estaban muy contentos pero pronto se dieron cuenta de que muchos de los que llegaba sólo buscaban los objetos de oro que en Spuo-tò eran menospreciados. Además traían consigo hábitos y actitudes destructivas hacia los demás y hacia los animales; aquellas personas eran peligrosas incluso para la agricultura, ya que sus técnicas explotaban la tierra sin sentido. Al ver esto, los habitantes de Spuo-tò tuvieron un debate sobre cómo afrontar aquella situación. Se trataba de un debate muy complicado porque nadie quería expulsar a los extranjeros y porque, en último término, eso les condenaria a la autocracia. Como el debate había sido tan intenso, incluso se pusieron en duda algunas de las grandes cuestiones políticas, hasta el punto que se decidió abandonar la fe religiosa y dejar el buen gobierno a la acción individual y el compromiso colectivo. De hecho, los hombres que habían llegado les habían demostrado que la representación política y la fe religiosa acababan sirviéndoles de refugio a su irresponsabilidad. Entonces fue cuando un grupo de teatro inventó el juego del 'mundo al revés', y todos nuestros antepasados jugaban a este juego con los extranjeros que no eran de buena voluntad, hasta que se acabaron marchando. En este juego, algunas instituciones se integraron en la representación teatral, tanto para representar la supuesta transición a la tiranía y al fanatismo religioso como para continuar la representación cuando los extranjeros visitaran la isla.
Y madre, ¿quiere esto decir que Spuo-tò que nunca más volverá a estar conectada con el resto del mundo? -preguntó finalmente el niño.
No, an-kè-l, existen lazos invisibles, como el que hemos hecho nosotros en nuestro viaje. El señor Gilliam es otro lazo. Su función es la de demostrar al mundo el peor de los ejemplos posible, todo lo contrario a la felicidad y la concordia. Así los señores del más allá tendrán la oportunidad de reflexionar sobre las cadenas y tendrán la oportunidad de convertirlos en lazos...
¡¡¡Sí, sí, sí, lazos, lazos, lazos!!! -gritaba entusiasmado Ti-kè.
Capítulo IX. El príncipe del gulé
La carta de Gilliam llegó justo a tiempo para ser transcrita y publicada. Sir Bentham la leyó rápidamente; no buscaba censurarla, más bien pretendía avanzarse a las críticas y preparar las disculpas que tuviera que escribir en la editorial del lunes. Las reacciones no se hicieron esperar. Para la mayoría del stablishment, la deriva socialista y antiliberal de Gilliam era simplemente patética y una palpable demostración de la inmadurez política del delfín. El poco respeto hacia las tradiciones y la religión que destilaba el artículo del corresponsal fue otro de los frentes que quedaron abiertos. Incluso la señora Bentham solicitó a su marido la vuelta inmediata de su hijo, pues sospechaba que su hijo podría acabar abrazando el ateísmo “y vete a saber tú qué clase de ideas traería el niño de la maldita isla”.
Por parte del populacho, Gilliam también llamó atención. Su popularidad, que ya era notable debido a sus constantes desatinos y su falta de tacto, empezó a aumentar, precisamente por el mismo motivo que las capas altas lo desaprobaban. Algunos ya le llamaban 'el príncipe rojo', en honor a su pelo y sus posicionamientos sobre los servicios públicos; otros le llamaban 'el príncipe del gulé, incluso sin saber qué era eso. Todos se reían de él, pero en algunos comenzaba a brotar la incerteza; no tenían claro si aquello era un cambio de rumbo o la demostración definitiva de su afición por no tener las cosas claras.
En la redacción del Northern Globe todo eran especulaciones y suposiciones. Había apuestas sobre el tiempo que resistiría Gilliam en Spuo-tò y la broma más frecuente consistía en interpretar las virtudes ajenas como enseñanzas de Gilliam: “se nota que has leído a los clásicos, dime, es gracias a 'gili, ¿no?”, o “si quieres ascender socialmente tendrás que pedirles a 'gili' que te enseñe a jugar a cricket”. Por debajo de los comentarios había nerviosismo, porque todos sabían el malestar que causaban los artículos de Gilliam en las altas esferas y eso podía repercutir en un descenso de ventas: ajustes presupuestarios, despidos, ...
Como de costumbre, en la editorial del lunes, sir Bentham tuvo que contentar a todos:
“EL MUNDO NO HA DEJADO DE GIRAR
Apreciados lectores del Northern Globe:
Esta semana no ha ahorrado en noticias positivas para todos nosotros. El equipo de Rugby de la ciudad ha consolidado su posición en el campeonato nacional, las estadísticas demuestran una vez más que la industria y las exportaciones siguen dando beneficios constantes a nuestro pueblo, la ciencia continúa avanzando en la explicación de los fenómenos metereológicos y astrológicos. Todas estas noticias las han leído ustedes en el Northern Glboe gracias a la tarea de nuestros redactores y corresponsales. Y para acabar de elevar nuestros pensamientos, nuestro enviado especial a Spuo-tò nos ha gratificado con la magnífica oportunidad de reflexionar sobre nuestro mundo y nuestras convicciones, que són más fuertes desde que somos capaces de mirarlas con cierto relativismo. Dios, que los muestra el camino cada día desde los cielos, vela por nuestra prosperidad y no nos ha dejado caer nunca en manos del desorden ni la locura. Nosotros, ciudadanos de su reino divino, trabajamos a diario sin descanso, cuidamos nuestras inversiones, nos dedicamos a nuestras familias y, de noche, así se lo agradecemos con nuestras oraciones. Sin saberlo, a cada instante, demostramos que aunque algunas hormigas caminen hacia atrás, el mundo no ha parado de girar. A su disposición,
Sir Alexander James Bentham”.
El mismo lunes, Sir Bentham envió a Gilliam un ejemplar de los diarios del domingo y el lunes, con una breve nota que decía: “Querido hijo, ante cualquier problema no dudes en volver rápidamente, tu madre está preocupada por ti. Tu artículo ha originado, como de costumbre, posiciones enfrentadas, medita bien tus palabras antes de escribirlas. Envía nuestros más cordiales saludos al príncipe y las autoridades de Spuo-tò. Tu padre, Sir Alexander James Bentham”.
Capítol I: Una història d'amor?
Ell s'hi va apropar amb les celles cap amunt, només buscava una mirada, un somriure de complicitat. Ella es va aturar un moment i va deixar que ell s'hi apropés; tan bon punt el va sentir a prop es va donar la volta i amb els ulls plorosos el va abraçar.
Ja feia unes setmanes que feien plegats el trajecte cap a casa. Ell se'n va enamorar a primera vista i a la primera conversa ja sabia qui era:
- Perdona, et pengen unes fulles dels cabells -li va dir ell, amb nervis.
- Ah, gràcies, se'm deuen haver quedat enganxades a la sortida del centre -respongué ella mentres buscava les fulles amb les seves mans.
- Deixa que t'ajudi. Ets nova en aquest trajecte, jo el faig fa uns mesos i mai no t'havia vist -li digué ell.
- Sí, sempre torno per aquest camí, m'agrada molt perquè l'airet arrossega l'olor de les flors -li va confesar ella tot caminant amb el cap baix, com avergonyida.
- A mi tambe m'agrada molt aquest camí, està poc arreglat però també té el seu atractiu, no me n'havia adonat de lo de les flors, però és veritat -deia sorprés ell-. Jo vinc del port, aquesta temporada estic ajudant amb els vaixells, arreglant coses aquí i allà. Normalment prenia el recorregut de la costa però fa un temps que vaig descobrir aquest i m'agrada més, no savia per què, però ara ja ho sé. Tu fa molt de temps que vens per aquí?.
- Fa un mes que cuido els nens a aquesta banda, és una tasca esgotadora, però dóna moltes satisfaccions -contestava ella, amb amabilitat.
[...]
La conversa es va animar però no la van poder continuar. Ella va arribar al seu destí i es van acomiadar amb timidesa. Amb el pas dels dies, les converses tenien cada cop més profunditat. Va ser així com ella li va explicar que la seva vida de parella havia anat empitjorant per la monotonia. El seu company no era mala persona, pero tot havia canviat des dels primers anys. Ell no tenia parella, i havia conegut moltes dones, però cap no era com ella, mai no havia sentit una atracció tan especial i mai aquest sentiment havia anat creixent a cada instant, a cada paraula.
Aquell dia, la lluna plena somreia a sobre seu. S'havia fet tar i el seu camí, més lent que de costum, s'havia eternitzant. No podien dissimular els seus sentiments i a cada moment sortien del camí per besar-se amb una mica d'intimitat. Ella plorava a cada instant, no sabia si d'alegria o de tristesa, per haver trobar aquest amor o perquè sabia que aquell dia marcava un punt d'inflexió, la seva vida amb el seu company estava deixant de tenir sentit.
En veure el seu somriure en la llunyania i la seva expressió adolescent, la seva parella es va adonar del que estava passant. Els va esperar al porxo de la casa i en acomiadar-se es va llençar sobre ell violentament. Ella fugia cridant i demanant auxili. Els veïns van aconseguir separar-los davant la mirada atònita d'aquell periodista estranger.
Capítulo II. Una missió arriscada
Es va presentar al despatx de son pare amb la seva expressió habitual. El seu pentinat modern, de caiguda lateral no encaixava amb aquelles sabates velles, encara no havia aprés a combinar el corbatí amb una camisa de màniga curta i pantalons de sport i, el pitjor, encara no sabia que això no l'apropava més a la noblesa. Per més que volgués no podia amagar la seva poca destresa natural. Va tancar la porta davant la mirata atenta de la resta dels redactors, quan quasi cau per culpa de la seva armilla, que es va enganchar amb la maneta de la porta. Amb aquell personatge, qualsevol instant era com un acudit. “De quina estranya combinació ha sortit aquest estrany que es fa dir fill meu?”, es demanava Sir Bentham, propietari, entre d'altres negocis, del Northern Globe. En Gilliam, el seu fill gran i únic varó, era la prova física d'una infidelitat en la línia successòria i tard o d'hora l'hauria de succeir en els seus negocis, això el posava dels nervis; les seves filles estaven ben casades, però els seus marits ja tenien prous negocis al seu càrrec com per haver-se de preocupar dels negocis del sogre.
Sir Bentham va decidir donar-li una darrera oportunitat o una empenta final... Li tenia preparat un encàrrec molt especial, després del qual o madurava o es convencia que havia de deixar els negocis en mans d'un gestor professional.
- Bon dia, Sir -es presentà en Gilliam-, què se li ofereix?.
- Por l'amor de Déu, Gilliam, que sóc ton pare, deixa't estar de formalismes -li recriminà en Sir Bentham.
- Vostè ja sap que sóc un professional de cap a peus, mentre siguem en aquest edifici, el tractaré com la resta dels treballadors, amb respecte i educació -es disculpava el fill.
- Deixa't de tonteries i escolta'm amb atenció -reclamava el pare-. Veuràs, fill, després del teu darrer reportatge sobre el torneig de polo, la crítica no t'és favorable, mai no et perdonaran aquell petit error ortogràfic ni els teus excesos d'estil...
- Pero, pare, vull dir (ejem) Sir Bentham... -rectificava en Gilliam davant la clucada d'ulls de cansament de Sir Bentham- tothom sap que no volia insultar aquell cavall i, bé, més enllà d'un parell d'errades, la crònica fou objectivament fidel al desenvolupament de la jornada.
- D'acord, fill tens raó, però ningú no tenia perquè saber que les babes d'un cavall anessin a parar a l'escot de la filla del comissari, gràcies a tu ara li diuren l' “escopitrera”! Verge santa, és que no em dones una alegria, algun dia perdré la paciència -es lamentava en Sir Bentham mentre s'assecava la suor amb un mocador de cotó-. En fi, això ja és cosa del passat, tinc un encàrrec especial per a tu. És una missió arriscada però precisament per això podré saber si estàs preparat per assumir responsabilitats. És el reportatge que tot periodista voldria fer i que cap empresari s'atreviria a acceptar. T'he comprat un bitllet d'anada i tornada per a Spuo-tò. Saps que és quasi impossible aconseguir els permissos per anar-hi, però la nostra posició encara serveix d'alguna cosa.
- Com? Spuo-tò? ¡Pero, pare, tu vols que em matin, és això el que vols, desfer-te de mi?
- Però fill, com t'atreveixes? -tot i que certament hi havia certa preterintencionalitat en aquell encàrrec, en Sir Bentham havia hagut de cedir davant el seu subconscient preparant algunes mesures de seguretat-. Després de llargues negociacions he aconseguit que t'assignin un guia armat, que no et deixarà ni un minut sol. A més, el teu guia ha rebut educació al nostre pais i t'assistirà en tot moment.
- Vols dir que amb un home serà suficient? -en Gilliam savia que era un país perillós, que la seva vida estaria en perill constantment. Si més no, van venir al seu cap els noms més prestigiosos premis de periodisme i va començar a somniar amb ells. Després de pensar-ho uns breus instants i més ebri per la seva imaginació que sobri pels perills que es temia, va donar la seva resposta-. D'acord, accepto, sóc un home temperat en les enseñances d'Atenes i si fa falta també treuré la meva rauxa espartana, no et fallaré pare, vull dir, Sir Bentham.
El somriure s'estenia per tota la seva cara quan va sortir del despatx. Els seus companys havien estat rumorejant que “Sir Papà” l'acomiadaria després del darrer article però semblava que encara li ho perdonava tot, aviat van mostrar la seva frutstració i van seguir fent la seva feina.
- Digues, príncep, demà escriuràs tu l'editorial -es va sentir una mofa entre el bullici.
- Ja, ja, ja, mireu com ric -es va dirigir cap a ells en Gilliam, amb to sarcàstic-. Doncs no, llestos, heu de saber que he rebut l'encàrrec més important que mai no ha rebut el millor dels periodistes d'aquest pais. Aviat compartireu redacció amb l'únic periodista que ha rebut permís per a explorar Spuo-tò -va dir davant la mirada perplexa dels seus companys.
Sir Bentham, que es mirava l'escena des del seu despatx, es portava la mà dreta a la cara, avergonyit, amb l'únic consol que, potser, després d'allò ja no hauria d'excusar-se davant les víctimes de la seva columna setmanal a l'editorial del dilluns. Aviat va córrer el rumor per tota la ciutat. Tothom acollia amb gran plaer la decisió de Sir Bentham, el riure estava assegurat amb les cròniques d'en Gilliam des de Spuo-tò, bé, si aguantava més d'un dia...
Gilliam Bentham va marxar un assolejat dia de diumenge. Al moll, va contractar una orquestra i va organitzar una gran festa de comiat. Ell pagava la ginebra i els aperitius, així que ningú no s'ho va perdre, va ser tot un aconteixement. Entre els assistents es barrejava l'esperança que no tornés, la riallada i el simbolisme. Tots esperaven que aquell comiat fos també el seu comiat com a periodista i futur empresari. Els treballadors del Northern Globe, que tenien por de perdre la feina a mig termini, creuaven els dits per a que aquella expedició apartés de les seves vides en “gili”, tal i com l'apodaven en secret.
I va correr tanta ginebra per l'estòmac d'en Gilliam que, quan el vaixell va començar a moure, ja podeu imaginar què va passar. Per sort no va haver-hi afectats i a més, en Gilliam va permetre els convidats marxar sense haver d'agraïr-li res. En Sir Bentham també va poder marxar a casa seva amb desídia: “mare meva, espero no haver de penedir-me...”.
Capítol III. An-ké, gulé
Després d'un penós viatge, quan en Gilliam ja no sabia ben bé si li quedaven coses al ventre per expulsar, va veure la illa aparèixer a l'horitzó i amb ànima de mariner va cridar: “terra!!!”. Una dona que estava amb el seu fill, el va agafar fort, com volent impedir l'impuls del seu fill com si volgués anar a jugar amb aquell altre nen que superava la trentena.
Mama, ja hem arribat, anem a veure el port -digué el nen en un perfecte anglès.
An-ké, calla ja nen, maleït imbècil! -respongué la mare, que va rebre com a resposta les patades enlaire del nen.
Escolti, no és necessari que insulti el nen, pobre, segur que es porta molt bé -intervengué en Gilliam.
Calla, pigues-tortes, bufa-serrells, histrio-maníac -li replicava el nen davant la cara de sorpresa d'en Gilliam, soprés per la mala educació i alhora l'habilitat lèxica del nen, que reia i ballava en veure la cara de bocabadat de l'aristòcrata.
Són vostès d'aquí, de Spuo-tò? -preguntava en Gilliam a la mare.
Sí, però això a vostè no li interessa -desagradable ella.
Vaja, quin caràcter té la senyora... Això que li ha dit al nen, An-ké, què vol dir? -encuriosit en Gilliam.
Vol dir caca del teu cul, merda fastigosa, podrida, això vol dir, An-ké!!! -digué la mare abans de marxar al camarot a recollir les maletes- vine, nen, aquest estranger ja ens ha destrossat el dia.
En Gilliam, totalment descol·locat, va rebufar, com si allò fos un avançament del que hauria de patir en aquella illa. Però es veia fort i malgrat tot, estava força content i de fet ell era un optimista de mena. Ell també va marxar a recollir les maletes, tot repetint aquell primer mot que havia aprés, que es pronunciava com ignorant les vocals, neutralitzant-les: “n-k, an-k, n-ké”.
Abans de baixar va relaxar una mica el nus de la corbaja, ja que la calor tropical l'estava ofegant, es va posar un barret de palla ample i es va mirar el paisatge. L'exhuberància del paisatge el va sorprende, les plantes tenien unes dimensions espectaculars i s'obrien pas en tot moment. El port era preciós: unes cases baixes, de construcció sòlida contemplaven un paisatge idíl·lic, paradisíac i en cap moment s'assemblava a la idea que tenia ell de Spuo-tò, que l'imaginava semblant a l'infern.
Als peus del port l'esperava un home baixet, més aviat grassonet, d'estètica “barril” amb un barret de palla, de pell morena i faccions europees, amb un matxet atravessat al cinturó. En Gilliam ja es començava a preocupar de veure que aquell home armat no era cap defensa digna per a un senyoret de la seva alçada. En arribar, li va abaixar la mà que sostenia el cartell de benvinguda (“Welcom Mr. Gilian Benham”) i el va saludar sense gaire fe:
An-ké -li va dir amb un mig somriure davant la sorpresa del seu interlocutor- vostè és l'home armat que m'ha de protegir? Exigeixo que vingui immediatament un agent de l'autoritat i m'escorti fins que no hi hagi algú que pugui garantir la meva seguretat.
Veurà, senyó, aquí no ia utoritats, el senyó Benham pare va contastà uns amics que li ajudaran. A Spuo-tò som tan pobre i dagraciats que no tenim qui nos protegeixi ni nos ajudi si tenim problemes -li va dir humilment en Fret-, però el nostre gulé és molt bo, vol pendre un abans de caminar? Em dic Fret, senyó, a la vostra desposició dia i nit.
Si no hi ha cap més remei, hauré d'acceptar però tan bon punt hagi deixat les maletes vull parlar amb els amics del meu pare, això no quedarà així -deia en Gilliam mentre tornava a respirar després de lamentar-se amb el cap cot-. Jo em dic Gilliam -en Fret assentia assenyalant el cartell-. Sí però és amb dues eles -afegí en Gilliam amb prepotència.
Vingui senyó, a casa del meu cosí, fa un gulé molt bo -digué en Fret mentre treia el matxet del cinturó i l'alçava en senyal d'intimidació a qui fos que volgués robar la maleta d'en Gilliam.
Així que el vaixell va atracar, tothom va marxar i en realitat en Fret alçava el matxet enmig d'un desert, com si un perill indeterminat pogués venir del no-res. La imatge era força patètica però tanmateix en Gilliam estava mort de por. En pocs minuts van arribar a casa d'en Jug, el cosí d'en Fret.
En Jug vivia en una casa senzilla. Així que va saludar en Gilliam, amb notable menyspreu, li va fer seure i li va llençar un plat de gulé, que era un puré de verdures aspres. En Jug no va poder deixar de sorprendre's davant dels preparatius d'en Gilliam, massa cerimoniosos per a un trist gulé: primer va posicionar la cullera de fusta a la dreta del plat, perfectament perpendicular al marge de la taula, després s'hi va apropar tot avant-posant la seva mà dreta per vigilar que la distància entre ell i el plat era, exactament, de quatre dits i, finalment, va pronunciar una petita lloança en veu baixa. Després d'aquest ritual va començar el gulé. Mentre en Gilliam menjava, els pressumptes cosins es van posar a parlar en el seu idioma, d'amagatotis d'en Gilliam que ignorava el contingut de la conversa i menjava gulé amb sacrifici i voluntat: “això és fastigós, pensava cap endins”.
Nivell 3 -digué en Fret.
Sí, però és periodista, per molt que sembli poc hàbil, hauríem d'augmentar a nivell 4 ò 5, la seva professió el fa més perillós del que sembla -respongué en Jug.
Tu creus? -questionava en Fret- mite'l com es menja el gulé, ni tansols una ganyota, tampoc no és normal -en Gilliam els mirava i tractava d'articular un somriure forçat d'agraïment.
Tens raó, nivell 4, tampoc no hem de forçar les situacions, no vagin a produïr-se accidents innecessaris -va cedir en Jug.
En tot cas, ho confirmem demà, aviam què diu amb el quart gulé -assegurà en Fret-; aquesta tarda el portaré a veure els fraglots.
En Gilliam va acabar el gulé i es va incorporar a la conversa:
Això... Fret, podem marxar ja?, crec que ja m'he refrigerat per la resta del camí -digué en Gilliam, intranquil.
Què li ha semblat el gulé del meu cosí Jug, és del seu agrat, senyó? -li demanà en Fret.
Molt bo, deliciós -respongué en Gilliam, sec però educat.
¡An-ké! -digué en senyal de menyspreu en Jug, com si li hagués molestat haver de cuinar per a un estranger.
Bé, podem marxar ja?, sembla que el teu cosé prefereix la soledat -digué en Gilliam mentre s'alçava-. Bé, molt agraït, senyor Jug. Espero veure'l per la illa.
N-k -li retornà en Jug amb cara de pocs amics mentre es mirava la seva maleta.
Tà bé, senyó Gilian, anem a casa meva -deia en Fret abans de dirigir-se a en Jug en la seva pròpia llengua-; saps que tinc raó, és un nivell 3, si no 2 -afegí mentre feia grans esforços per reprimir el riure.
Capítol IV. Un indret ingovernable
El camí se li feia pesat a en Gilliam. Només de recordar la seva infantesa reclós en centres de curació per tractar aquell cansament crònic, ja patia.
Després de beure de l'aigua d'en Fret, en Gilliam contemplava la densa vegetació que envaïa tots els racons i les cases de Spuo-tò. Aquelles construccions eren simples però molt ben cuidades i sovint estaven pintades amb colors i motius diversos. En Gilliam estava estranyat de com un poble tant violent, indisciplinat i poc desenvolupat podia tenir aquelles cases tan ben conservades. En Fret es va explicar amb poca habilitat, però en Gilliam va poder entendre que, en ser tan pobres, aquella gent s'oferia a qualsevol cosa amb tal de menjar, de tal manera que els treballs de manteniment eren quelcom semblant a una feina caritativa que els més afortunats havien de contractar, no tant per la seva bondat sinó per evitar els robatoris. Les cases dels menys afortunats, doncs, i gràcies a la pràctica adquirida, també lluien bon aspecte, per dins i per fora.
Abans de seguir el camí, en Gilliam li va preguntar pels amics de son pare. En Fret li va explicar que la feble estructura política de Spuo-tò es suportava en els fraglots, una espècie de notables de les vil·les escollits pels savincians, que eren representants de les unitats de convivència. Els Fraglots es reunien en assemblea quan s'havia de prendre alguna decisió, normalment relacionada amb l'exterior, perquè l'interior era ingovernable i qualsevol intervenció sobre les activitats de la població podia acabar tràgicament. Per aquest motiu, els savincians es reunien en una espècie de Senat que era puntualment informat dels assumptes que es tractaven a l'assemblea de fraglots per difondre la injustícia que resultava de la decisió, si era necessari. Els mateixos savincians escullen un príncep que és la cap visible de Spuo-tò a l'exterior, però que a la pràctica no governa, és més simbòlic que no pas autoritari, fa més aviat de comunicador amb l'exterior que no pas de dirigent. De fet, l'escrutini públic de la seva persona és tan fort que sovint tenen problemes per trobar algú disposat a portar la càrrega de ser observat tot el dia sense recompensa. La situació que li dibuixava en Fret era, en definitiva, la del desgovern més absolut i un apàtic caos regnant. En Fret concloïa repetint allò de “som tan pobres i desgraciats que no tenim utoritats”.
En Fret ja li va anunciar que en pocs dies es celebraria una assemblea de fraglots per a debatre, en honor a la seva presència, les relacions amb el poble anglès, en vistes d'enviar algun missatge. En Gilliam se'l mirava amb actitud altanera, ja es creia important, tot i que sabia que ell no portava cap missatge del rei ni podia comprometre el seu país, però tot així va intentar explicar-li a en Fret que ell era un home de negocis important i que a la tornada passaria a gestionar els negocis de la família i tindria gran influència, cosa que el permetia cert marge a l'hora de tractar amb el príncep. En Fret se'l va mirar, com condescendent, i li va oferir aigua amb la seva humilitat. En Gilliam s'estava embriagant de vanitat: “Aquest humil servidor de la seva pàtria tractarà de fer el possible per enfortir els llaços entre els nostres pobles, i li asseguro que no és poc; així com arribi demanaré audiència amb el rei i el primer ministre per presentar-los les millors salutacions de Spuo-tò”.
Refermat per les seves pròpies paraules, en Gilliam es va aixecar tot decidit a continuar el camí fins arribar a casa d'en Fret, com si les seves pors i la seva debilitat congènita haguessin desaparegut per efecte de la conversa. En cent metres, en Gilliam ja era conscient de la seva extrema feblesa natural i en camí obert, les pors van tornar a envaïr-lo.
En una estona arribarien a la casa d'en Fret. Pel camí van realitzar diverses aturades. El primer cop, en Gilliam es va treure els mitjons per tractar d'alleugerir els seus peus; cent metres més endavant ja no podia suportar la rigidesa de les sabates i se'ls va tornar a posar. Uns metres més tard volia beure aigua, i cada pujada tenia dues aturades més, una per agafar forces i una altra per respirar quan assolien el cim... En total van trigar el doble del temps necessari per recórrer la distància. El dia, calorós, no convidava a la conversa, però tot i així en Gilliam va preguntar en Fret si no tenien mitjans de locomoció. En Fret no va poder acabar la resposta: “som tan pobres i desgraciats, senyó...”; “que no tenim burros, potser?”, va sentenciar en Gilliam.
El nostre amic Fret vivia en una casa que es trobava als peus del camí, com la majoria dels de la seva “vil·la”, que es distribuia sobre els penya-segats i les platges naturals de la costa. Com la resta de les cases, era senzilla però molt ben construïda i cuidada. En Fret havia preparat una habitació amb un llit, una tauleta amb una llum d'oli i un escriptori amb una cadira. Tan bon punt va deixar la maleta, en Fret el va convidar a dutxar-se al pati; allà tenia acondicionats unes piles d'aigua a diverses alçades, una esponja vegetal coberta d'espart i els extractes de plantes naturales, que feien de sabo. En sortir de la dutxa, en Gilliam es sentia “com una flor”, segons les seves pròpies paraules, en al·lusió a la fragància natural del sabó d'en Fret. Tot seguit van fer un menjar senzill i van reposar una estona. Cap els volts de les cinc es van preparar per anar a visitar els Fraglots.
V. Un bon periodista
Abans de sortir per la porta, en Fret va començar a tancar les finestres. Aquell era el senyal per a en Ris, un nen rialler i ben despert que vigilava la casa des de que havien arribat a la casa, ben discret amb una pedra a cada mà per si el descobrien i havia de fingir una entremaliadura. Tot d'una va començar a córrer amb la tranquil·litat que no seria descobert. En arribar a casa, va llençar una pedra al porxo del seu veí Hans, i va agafar unes maduixes del seu hort. En veure-ho, l'home corpulent li va fer un somriure discret i es va posar la cara de pocs amics per anar a buscar en Joku. En Gilliam observava estranyat els moviments d'en Fret i, de fet, li sobtava que els tancaments de les finestres fossin nous, així que va preguntar:
Fret, perdoni que li pregunti, amic, però tanta inseguretat hi ha a Spuo-tò perquè tingui fortificada casa seva? -preguntà amb ironia en Gilliam.
Veurà senyó Gilian, jo sóc molt pobre i no tinc res, així que normalment ningú no ve a casa meva a robar, però avui faig d'ambaixadó i he pres mesures contra els variciosos, aquí hi ha molts... He trigat una setmana a fabricar les tanques, des que el fraglot Tup m'avisava que vostè vindrà, son maques, oi que si? -va avançar-se en Fret a les preguntes inquisidores d'en Fret.
I no les podies haver comprat? Ah, sí, que ets tan pobre... -es responia en Gilliam.
Senyó, aquí no se pot comprà res, ningú no comparteix les coses que demés necessiten -li explicava amb tristesa en Fret.
Bé, i explica'm, qui ens espera, qui és aquest Tup? - en veure que la conversa podia acabar en termes delirants, en Gilliam va canviar de tema ràpidament.
Mentre recollien i sortien en Fret li va explicar qui era en Tup, un fraglot amic de son pare que també havia viatjat al seu país per aprendre alguna cosa de la seva societat. Tot seguit li va explicar l'ordre del dia de l'assemblea extraordinària de fraglots que es celebraria en el seu honor, així que les relacions entre tots dos països serien el punt més important de l'assemblea. També havien inclós d'altres temes a l'agenda del dia, per tal d'aprofitar la reunió, ja que, en molts casos, alguns fraglots haurien hagut de caminar hores o fins i tot dies per arribar a la reunió. En sentir-ho, en Gilliam va apujar el cap i va moderar les seves passes, es sentia honorat i volia fer impressió de ser una persona important.
A mesura que arribaven al poble veí de Turi-àn (flor bonica), on es celebraria la reunió, van sentir els crits de dos homes i un petit tumult que s'havia organitzar al seu voltant; immediatament en Fret va tornar a treure el matxet i va començar a avançar en posició de defensa. Ara ja fins i tot en Gilliam el veia ridícul i va retrocedir uns metres més enllà, com si la cosa no anés amb ell. Tres o quatre persones retenien en Hans, que insultava en Joku tot treient saliva de la ràbia que tenia. En Hans, que també era retingut, també l'insultava i portava un matxet a la seva mà dreta. Les dones dels dos homes, ploraven i suplicaven el fi de la baralla. En Fret va accelerar el pas i en Gilliam, aleshores sí, s'hi va apropar, buscant la seva protecció. Quan ja semblava que els avançaven, en Joku va interpel·lar en Fret i, en la seva llengua, en Fret va dir una petita frase acompanyada del típic “an-kè”.
“Malits imbècis” digué en Fret mirant cap a terra, abans d'explicar-li a en Gilliam que tots dos veïns eren violents per natura i aprofitaven qualsevol excusa per agredir-se. En aquella ocasió en Fret estava molest perquè a sobre el volien ficar en els seus embolics. Segons ell, en Joku reclamava unes feines d'arranjament a en Hans com a fruit d'una juquesca que havien fet. “Jo només passava per allà, no sóc testimoni de les juguesques de ningú”. Deu metres més enllà van sentir un crit més fort que els altres i l'endemà es van adonar que en Hans va aconseguir reduir en Joku i amenaçar-lo de mort mentre el retenia agafat del coll.
En pocs minuts van arribar a un amfiteatre natural que utilitzaven de tant en tant per als espectacles i actes públics, “un penya-segat propi de cabres boges”, d'acord amb la descripció que es feia en Gilliam tot parlant sol. Quan ells arribaven els fraglots encara s'estaven acomodant en la rampa que feia d'hemicicle. En Tup els va venir a saludar tan bon punt va veure un cap de color carbassa. El primer que van fer va ser oferir un bol de gulé als dos convidats que en Fret va agafar, condescendent. En un primer moment, en Gilliam el va refusar, però després que en Fret li expliqués el nivell d'ofensa que suposava, el va haver d'acceptar, sota l'advertència que no acabar-se'l podia malmetre la tarda. “El que sigui per millorar les relacions bilaterals amb Spuo-tò”, es va convèncer en Gilliam. Així doncs, se'l pregué a ritme lent, mentre vigilava en Fret de reull i només va deixar de prendre'n quan va veure que ell ja en tenia prou.
Els primers punts de l'assemblea es van fer eterns. Tots seguien atentament la discussió i hi estaven apassionats. La majoria tractaven de conflictes veïnals, com si ningú no volgués preocupar-se dels camins o els “serveis comuns”. Esclats de violència es succeïen quan alguns insinuaven la creació de policies o de cossos de manteniment comuns, i en tots aquests casos, el príncep s'havia de protegir dels insults dels fraglots, que no volien injerències en la seva honorabilitat, és a dir en la seva vida privada, ja que consideraven una amenaça qualsevol tipus d'intervenció. En Fret traduia els debats apassionat. En un primer moment, en Gilliam al·lucinava amb les reaccions dels fraglots; després del primer punt, ell ja estava pensant en la seva col·lecció de butlletins de clubs privats: hi hauria algun club privat a Spuo-tò? Podria tornar amb alguna joia per a la seva col·lecció exclusiva?
Dues hores després, es va començar a tractar el tema de les relacions internacionals. Una tercera part dels fraglots ja havia abandonat l'assemblea, i la resta van iniciar una discussió -molt breu- sobre s'assumpte:
En honor al nostre convidat, iniciem la discussió sobre la millora de les relacions bilaterals -va anunciar el príncep.
No podem consentir que els estrangers ens robin les nostres terres, o les nostres dones, o els nostres aliments, no hi ha res a parlar! -va dir un fraglot d'edat avançada, amb expressió de resentiment.
Què podem esperar d'unes societats hipòcrites, que permeten el vici als seus habitants, que pel matí resen i a la tarda empaiten la criada, això ho han vist molts veïns que han viatjat arreu -digué un altre.
Senyors, els demano respecte, els proposo d'enviar un missatge d'amistat als nostres amics i enviar-hi un ambaixador amb poders per fer-hi tractes diplomàtics -es va esforçar el príncep, que va ser escridassat i fins i tot amenaçat per alguns fraglots que havien agafat pedres del terra.
Hem de recordar la nostra Declaració, i fins i tot proposo ampliar-la -deia un fraglot per tal de mostrar la seva hostilitat cap als estrangers, tot invocant la Declaració Marítima, que impedia apropar-se a qualsevol vaixell estranger a menys de 2 milles nàutiques de Spuo-tò, sota amenaça de guerra- Mitra sap que aquesta gent té instruments de guerra sofisticats que podrien vulnerar la nostra santa declaració. Si han enviat algú, de ben segur que volen algo, ens estan espiant!
El senyor Gilliam no té cap missió política ni comercial, ha vingut interessat en el nostre paisatge natural i té la meva confiança i la dels fraglots més estimats -va intervenir de nou el príncep per relaxar els ànims.
A Spuo-tò no tenim res a oferir a les altres nacions, però si s'interessen per nosaltres serà que volen alguna cosa. No tenim riqueses per pagar els seus pretesos favors, i bé sabem que els altres països que han fet tractes amb ells han acabat endeutats per dècades -va argumentar un altre fraglot.
[...] La discussió, curta i desconfiada, no es va estendre gaire temps més, i va finalitzar sense cap compromís ni cap declaració de bones intencions. Només es va decidir augmentar la distància de defensa de la Declaració Marítima fins a les cinc milles nàutiques. La decepció d'en Gilliam era tan gran com la seva admiració per l'excel·lent posta de sol que li va mig-robar aquella estrambòtica assemblea.
VI. La primera carta
Abans que es fes fosc, van iniciar el camí de tornada, després de prendre amb relativa agilitat un tercer gulé, com a gest d'amabilitat amb el príncep, que es va oferir amablement a acompanyar-lo fins a casa d'en Fret. Durant el trajecte, el príncep explicava al periodista les intimitats de la política de Spuo-tò. En Gilliam estava sorprés del desinterés dels mateixos fraglots pels assumptes públics i no es va estalviar preguntes sobre el caràcter dels pobladors de la illa:
Aleshores, estimat príncep, si ningú no vetlla pels camins ni l'organització, com pot sostenir-se la pau -demanava en Gilliam.
Veurà, senyor meu, no es deixi endur per les apariències, més enllà d'una assemblea de fraglots, en cada cantonada s'amaga l'egoisme, la guerra entre clans, les faccions religioses i la misèria. El poc ordre que existeix és fruit de les relacions d'esclavitud que s'estableixen en els conflictes. Aquest camí que trepitjem, per exemple, el van haver de construir els pobladors dels acantilats després de la violació i assassinat d'una dona en un rite de purificació del nostre adorat Mitra. Els veïns de Turi-án, que era el poble de la dona, van amenaçar amb la 'caedes' als veïns dels acantilats si no reparaven el mal causat. Així dons, els veïns dels acantilats no van tenir cap més remei que acceptar els treballs ordenats com a penitència. Aquesta és una situació comú que vostè trobarà si aconsegueix establir una conversació amb els habitants d'aquesta illa -se'l mirava convençut el príncep-, bé, pregunti a Fret, ell li explicarà.
Sí, bé, en Fret va intentar donar-me explicacions, però ara ho entenc millor -afirmaba en Gilliam-. Em costa creure que tot es mantingui en peu, que algú vol viure aquí.
Aquest és el secret que venen a buscar els exploradors, bé, això quan s'atreveixen a venir... -es lamentava el príncep, disposant-se a xiuxiuejar quelcom a l'oida d'en Gilliam, com d'amagat dels guàrdies- s'ha de fer la idea que la gent de Spuo-tò es troben més a prop dels animals que de Mitra i molt pocs tenen la capacitat de pensar que poden marxar d'aquí. Uns altres hem tingut sort amb el clan en què hem nascut i la majoria ja estem acostumats a la violència, vivim ressignats però després de tot, Spuo-tò és casa nostra.
Perdoni, aquest Mitra de qui parla... -es va decidir a demanar.
Mitra és el creador de l'univers i la terra; va crear Spuo-tò en una estona lliure que li va quedar. Els nostres avis expliquen que amb nosaltres va intentar fer un home més perfecte però es va descuidar i se li va cremar el seu producte al sol, per això som més morenos i de caràcter difícil -el príncep demostrava un gran sentit de l'humor-. La propera setmana es celebra una festa en el seu honor després de la collita. Està vostè convidat a les festes, evidentment, serà el meu convidat d'honor.
Serà un autèntic plaer, senyor príncep. Bé, li volia demanar un favor -va afegir en Gilliam en veure que s'apropaven a casa d'en Fret-, veurà, només m'han assignat un home i és clar... no estic dient que en Fret no sigui diligent, tot el contrari, però no em sento gaire segur, m'éntén.
No es preocupi, amic, mentre estigui amb en Fret no li succeirà res, a més m'ha explicat que ha assegurat la casa. En tot cas, demà enviaré uns homes que el vindran a recollir, algunes persones es prenen les celebracions religioses amb molta passió -assegurava el príncep.
No vull ser una molèstia, senyor, però entengui que no sóc a casa meva i...
Jo em faré càrrec personalment de la seva seguretat, no es preocupi, està tot controlat -es va ratíficar el príncep.
Bé, hi confio, passi vostè molt bona nit -assajava una reverència de comiat que només va ser interrumpuda pel braç esquerre del príncep, estalviant-li l'esforç.
El camí de tornada havia estat una mica tens, les mirades de la gent eren desafiants i contenien una petita d'agressió, tot i l'abundant guàrdia que acompanyava el príncep. En Fret s'esperava des de dins de la casa i en veure que arribaven, va sortir un moment i es va dirigir al príncep per uns instants.
Tot seguit, en Fret va preparar una mica de sopar. Aquell havia estat un dia intens i fatigant, però en Gilliam tenia moltes idees voltant pel seu cap, així que tan bon punt va acabar de menjar, es va decidir a fixar-les al paper, com esborrany del primer article que enviaria al Northern Globe.
Distinguit Sir Bentham,
Aquestes són algunes de les meves primeres impressions sobre Spuo-tò. Espero que aquestes primeres vivències resultin rebel·ladores als lectors del Northern Globe.
“Estimats lectors del Northern Globe. Després d'un sol dia d'estància a Spuo-tò he pogut conéixer l'estructura política del pais i algunes de les notes característiques dels seus habitants i la seva forma de vida. Així doncs, els faré partíceps, amb el seu permís, de les conclusions del present viatge, a mode d'introducció. Per dos motius, principalment, perquè no puc assegurar el meu retorn a casa i perquè havent conegut als homes més notables del pais i a un parell dels homes més pobres, crec estar en disposició de descriure aquest pais com si la meva estància ja hagués finalitzat.
Violència, aquest indret es distingeix per la violència. La vegetació es exhuberant, la reacció de les persones és exagerada. Des d'aquí sento l'orgull de pertànyer a una nació capaç d'organitzar serveis comuns per a tothom i unes condicions d'ordre ben establertes. En aquest paradís tropical a mig fer ni l'Estat apareix ni se l'espera. No es facin esperances; ni la misèria ni la desgràcia són un incentiu suficient per a que aquests homes organitzin el benestar de la comunitat i s'avinguin al plaer que atorga el sacrifici compartit per gaudir de la disciplina i el benestar. Tampoc estan assistits per una organització social en capes diferenciades i, per aquest motiu, els pobres seguiran vivint sense un exemple a seguir, i ningú no els ensenyarà la virtut de l'esport o la lectura, i no gaudiran d'una possibilitat d'augmentar el seu benestar amb sacrifici i esforç.
Els amants de les lleis desapareixerien d'aquest lloc en tansols un minut. Aquest servidor vostre ha decidit, no sense vacil·lacions, continuar l'expedició, doncs en qualsevol racó ens espera l'odi i el resentiment i unes creències religioses primitives capaces de desvetllar els instints més bàsics. Així com el destí ha obsequiat Spuo-tò amb la vesprada més preciosa i les aigües més cristalines, al mateix temps ha oblidat concedir-li la capacitat d'afrontar les seves relacions internacionals en confiança i per al mutu profit.
També es poden trobar, és clar, bones notícies, raigs d'esperança que sovint il·luminen la oscuritat. El príncep procura, amb grans dificultats, que l'harmonia tingui un espai a la illa, en ocasions la ira deixa pas a la rialla i el plat típic (el gulé) pot digerir-se, ni que sigui com a manera d'evitar un mal més gran.
Amb anyorança per la nostra pròspera i afortunada nació els saluda Gilliam Bentham, el seu enviat especial a Spuo-tò”.
VII. Visita a mitjanit
Destrossat i una mic desanimat, en Gilliam va anar al llit donant l'encàrrec a en Fret que al matí següent el deixés descansar per recuperar-se del viatge. Tot d'una va apagar la llum i va respirar tranquil. Poca estona després, cap als volts de mitjanit una urgència gàstrica el va despertar: el gulè havia desfermat una evacuació excepcional com no recordava una altra. Portava ja cinc minuts d'esforç quan va escoltar que algú donava cops a la porta:
Obre, Fret, sé que estàs aquí! -en Joku cridava sulfurat a l'altra banda de la porta. En Gilliam, encara sense entendre les seves paraules, imaginava que aquella no era una visita de cortesia.
Ves-te'n d'aquí, maleït imbècil! -reivindicà en Fret.
En Joku no s'ho va pensar dos cops i va començar a colpejar la porta fins que va aconseguir trencar les senzilles tanques que en Fret havia instal·lat a la porta. En Fret el va esperar amb el seu matxet a la mà, no semblava gaire perillós, però en Joku no s'hi va apropar gaire. Després d'una petita discussió, en Joku va recórrer tota la casa a la recerca de l'estranger. Quan al final el va trobar al pati el va agafar dels cabells fins que va aconseguir aixecar-lo i es va col·locar darrere seu agafant-lo fort del coll, com si l'anés a estrangular.
La imatge era delirant, en Joku va interrompre les tasques d'expulsió d'en Gilliam i aquest, amb el camisó de cotó blanc mig mig apujat, no va deixar en cap moment de fer el que estava fent, impulsat tant per l'efecte del gulè com per el terror que estava recorrent tot el seu cos.
Enguany la collita ha estat excepcional, necessitarem el teu enginy per conservar-ne una bona part, carinyo meu (an-kè-l)! -digué en Joku tot sulfurat.
Haurem de trobar una aliança entre els coneixements tradicionals i l'habilitat que teniu alguns per innovar -respongué furiós en Fret.
En això venia jo pensant, potser podríem intentar un paté de cibada, què me'n dius? -exclamava en Joku.
Veus, carinet del meu cor (an-kè-l-tara), sempre tens idees genials, n'has pensat alguna més? -començava a desesperar-se en Fret, apretant la mà en què sostenia el matxet.
Bé, he pensat que podríem conservar tot el que necessitem per elaborar la cervesa i guardar-ho per l'any vinent, així podrem fer servir la cibada per una altra finalitat, però encara no sé com fer-ho -en Joku feia moviments en cercla en veure que en Fret s'apropava lentament, tot arrosegant en Gilliam, que ja suava com un porc.
Segur que algú té alguna idea, ja veuràs, amic meu -sentencià en Fret, mentre apropava el matxet cap a la parella de ball.
Bé, demà faré córrer veus, aviam què. Que descansis, an-kè -en Joku es va acomiadar llençant en Gilliam cap en Fret, propinant una bona escopinada cap a tots dos
En Gilliam s'abraçava tot atemorit a en Gilliam i en pocs instants, el canvi de parella el va tranquilitzar. En el mateix instant en què en Joku va sortir de la casa, en Gilliam es va dirigir a en Fret, aquest cop sí, exigent:
Però quina merda de tanques has posat a les portes Fret, has posat en perill la meva vida i la continuitat del meu llinatge! -en Gilliam estava totalment irritat.
Jo, senyó... creia que... ho sento molt, demano disculpes, senyó, no tornarà a succeïr, li juro per Mitra.
Deixa't estar de Mitra, aquest home quasi em mata! -en Gilliam feia voltes sobre sí mateix, agobiat i pensant què podia fer al mateix temps.
Ja no tornarà, senyó, ja té el que volia, li puc assegurà -li prometia en Fret.
Ara mateix fem les maletes i m'acompanyes a la casa del príncep, va dir que ell se'n cuidaria personalment de la meva seguretat, així que haurà de fer front al seu compromís -pensava en veu alta en Gilliam mentre es començava a rentar- porta'm roba neta, el primer que vegis a la maleta!
Senyó, el camí és perillós, gent dolenta de nit, no podem arriscar -suplicava en Fret.
Ara resulta que tu m'has de dir què és perillós i què no... anem fumuts, porta'm la roba! Ja! -en sentir aquestes paraules, en Fret va marxar amb la seva cara d'avergonyiment cap a l'interior de la casa.
En poca estona, en Fret havia fet la maleta de nou i van sortir de la casa. Amb un gest de menyspreu, en Gilliam va prendre-li el matxet a en Fret i li va exigir, amb un gir de canyell, que li mostrés el camí cap a casa del príncep. En Fret li va explicar que el príncep no vivia allà, que estava allotjat temporalment en un palauet del port, però en Gilliam ni tan sols es va molestar en mirar-lo a la cara.
La imatge era encara més patètica que la del matí. En Fret caminava relativament tranquil mentre que en Fret, paranoic, no feia més que girar-se a un i altre cantó, vigilant tots els fronts. Cada deu metres havia de fer una petita carrera per apropar-se a en Fret i exigir-li una parada tècnica, ja que tenia por d'ofegar-se. Cada soroll que sentia el feia apropar-se al marge del camí, en part com a atac preventiu a les criatures de la nit que els poguessin atacar, en part com el gest infantil d'un nen que té joguina nova.
Mentre s'apropaven al port, un gos havia començar a bordar, portant-li a en Gilliam el record del gos dels seus oncles, que vint-i-cinc anys enrere l'havia mossegat. El seu cor es va accelerar. En arribar al palauet, en Fret va trucar a la porta, despertant tothom, que ja dormien tranquilament.
Capítol VIII. Un petit sacrifici
Un home mig adormit va obrir la porta. En Fret va intentar sobresaltar-lo parlant ràpid i excitat, explicant-li tot el que havia passat. L'home va anar a buscar al príncep que oferí les seves disculpes a en Gilliam. Mentre pujaven les escales que portaven a les habitacions, el príncep exclamava amb les mans cap al cel com si demanés explicacions al mateix Mitra i després se les agafava, supliant protecció per al seu convidat. Tota la casa es va mobilitzar per a endreçar l'habitació d'en Gilliam que mirava aquí i allà, desconfiat; és clar, el gos encara bordava, no gaire lluny.
Una estona més tard, tots dormien tranquil·lament. En Fret volia marxar a casa però la insistència d'en Gilliam i el príncep el van fer recapacitar. En Gilliam continuava enfadat amb ell, però no podia permetre's que per culpa seva s'acabés posant en perill aquell home “tan pobre i desgraciat”, pensava el nostre protagonista. No podia permetre que una desgràcia carregués sobre la seva consciència.Un rato más tarde ya estaban todos durmiendo plácidamente. Fret quería marcharse a su casa pero la insistencia de Gilliam y el príncipe le hiciero recapacitar. Gilliam seguía enfadado con él, pero no podía permitirse que su despecho fuera a poner en peligro a aquel pobre hombre, “tan pobre y desgraciado”, pensaba nuestro protagonista. El visitante tampoco podía permitir que una desgracia cargara en su conciencia.
Tan bon punt el gos va callar, en Gilliam va poder pensar en les seves coses. La carta el feia dubtar, potser els nous esdeveniments exigien un canvi. Ho va pensar bé i al final no va introduir cap canvi. El discurs sobre la violència era dur però ara pensava que era correcte i ajustat a la realitat. La desídia va fer la resta, i amb un error va esmenar l'altre. Bé, pot ser un petit canvi sí era necessari. Va agafar la carta i va afegir un breu text. “PD: evitin l'excés de gulé, el seu aparell digestiu i la seva son ho agrairan”. Acte seguit va preparar el sobre i el va deixar sobre una petita taula que hi havia a l'entrada de l'habitació.
Al dia següent, i sense poder dormir tot el que hagués desitjat, en Gilliam es va despertar seré. Després de rentar-se la cara amb una mica d'aigua que li havien deixat la nit anterior va baixar a esmorzar. “Oh! Aquesta gent sí que sap menjar”, va pensar en veure l'abundància de fruites i d'altres aliments que hi havia a taula. En una taula gran s'estaven afartant la guàrda del príncep, el mateix príncep i... sorpresa!:
Pigues-tortes, bufa-serrells, histrio-maníac! -així va rebre el fill del príncep, que era el mateix nen que va conéixer al vaixell.
¡An-kè! -va respondre en Gilliam amb habilitat.
An-kè... -li corresponia la mare del nen, amb actitud amarga, mentre corregia la mirada del nen assenyalant el plat que tenia al davant.
Aleshores, vostè és la princesa i tu... tu ets el principet -e Gilliam estava content de veure cares conegudes.
I tu ets el nen del vaixell, cara-pigues! -va dir el nen ruboritzant l'estranger. En aquest moment es va apropar un gos que va començar a olorar en Gilliam, posant-lo nerviós.
Bona manera de començar el dia, algú em podria treure aquesta bèstia de sobre, si us plau? -va dir en Gilliam immòbil en veure que el gos havia posat el morro entre les seves cames..
No es preocupi, el gos està ben ensinistrat, només li faria mal si toqués algun membre de la meva família -ironitzava el príncep-, però no pateixi, el mantindré allunyat dels seus “interessos”-afegí, emportant-se el gos cap el pati.
¿I aquest nen que parla tan bé com es diu? -va preguntar en Gilliam.
Això vostè no té per què saber-ho -respongué la mare abans que el nen pogués dir-ho
Perdoni vostè, no sabi que jo tenia una habilitat tan desenvolupada per molestar -digué en Gilliam visiblement molest.
Es diu Ti-kè -contestà seca la mare.
Significa “regal del sol”, perquè la mare diu que quan vaig néixer el sol va enviar un raig especial perquè m'il·luminés -va esclarir el nen.
Un cop ja havia esmorzat, en Gilliam li va demanar al príncep que lliurés la carta a un correu per fer-la arribar al Northern Globe. Si no hi havia cap problema, la seva columna setmanal il·lustraria puntualment les aventures d'en Gilliam a Spuo-tò. Tot seguit, va fer un passeig relaxat pel port mirant els vaixells i la poca gent que el transitava.
Fill, t'he dit que és un perill, no podem ser amables amb aquest senyor -li responia, pacient, sa mare, acaronant-lo.
Però, mama, ja li dic coses lletges al senyor Gilliam -responia ell, amb morros.
Però aviam, an-kè-l, que no t'agrada jugar al món al revés? -deia la mare mentre veia que el nen donava una negativa per resposta amb el cap baix.
No m'agrada el món al revés, és dolent! -renegava en Ti-kè- per què hem de jugar-hi?
Recorda el què hem vist en el nostre viatge, an-kè-l-at. Més enllà del mar la gent es baralla i s'odia, sempre tenen pressa, esclavitzen els animals, això t'agrada a tu? -tractava d'explicar-li la mare.
No, no m'agrada el més enllà, però si els ho expliquem potser ells volen jugar al món al revés per sempre, i tothom seria feliç! -conjurava optimista el petit.
An-kè-l, no és tan fàcil com sembla... de vegades hem de fer un petit sacrifici -defugia ella.
Vull saber per què juguem al món al revés i per què el pare és el príncep, vull saber-ho tot! -el marrec no es renegava a quedar-se sense resposta.
Veuràs, fill, fa molt molt de temps, un mariner va arribar a Spuo-tò...
Així, la mare li va explicar al seu fill com un dia la fama de Spuo-tò va voltar pel món sencer i va començar a arribar gent estrangera a la illa. Al principi, els habitants de Spuo-tò n'estaven molt contents, però aviat es van adonar que molts dels que arribaven només buscaven els objectes d'or que a Spuo-tò eren menyspreats. A més, portaven hàbits i actituds destructives cap a d'altres persones i cap als animals; aquells homes també eren perillosos per a l'agricultura perquè les seves tècniques de conreu explotaven la terra sense sentit. En veure això, els habitants de Spuo-tò van fer un debat sobre com devien afrontar aquella situació. Es tractava d'un debat molt complicat perquè ningú no volia expulsar els estrangers i perquè, en darrer terme, això els condemnaria a l'autocràcia per sempre més. Com que el debat havia estat tan intens, es van posar en dubte algunes de les grans qüestions polítiques. Fins i tot, es va decidir abandonar la fe religiosa i deixar el bon govern a l'acció individual i el compromís col·lectiu. De fet, els homes que havien arribat els havien demostrat que la representació política i la fe religiosa acabaven actuant com a refugi per a les seves malifetes. Aleshores, va ser quan un grup de teatre va inventar el joc de fer 'el món al revés', i tots els nostres avant-passats hi jugaven amb els estrangers que no eren de bona voluntat, fins que van acabar marxant tots. En aquest joc, algunes institucions es van integrar en la representació teatral, tant per representar una suposada transició a la tirania i al fanatisme religiós com per continuar la representació quan els estrangers visitessin la illa.
I mare, això vol dir que Spuo-tò mai més tornarà a estar connectada amb la resta del món? -va preguntar finalment el nen.
No, an-kè-l, existeixen llaços invisibles, com ara el que hem posat nosaltres en el nostre viatge. El senyor Gilliam és un altre llaç. La seva funció és la de mostrar al món el pitjor dels exemples possible, tot allò contrari a la felicitat i la concòrdia. Així els senyors del més enllà tindran la oportunitat de reflexionar sobre les cadenes que els lliguen i tindran l'oportunitat de convertir-les en llaços.
Sí, sí, llaços, llaços, llaços!!! -cridava entusiasmat en Ti-kè.
Capítol IX. El príncep del gulé
La carta d'en Gilliam va arribar just a temps per ser transcrita i publicada. Sir Bentham la va llegir ràpidament; no buscava censurar-la, només pretenia poder avançar-se a les crítiques i preparar les disculpes que hagués d'escriure a l'editorial del dilluns. Les reaccions no van trigar a aparéixer. Per la majoria del stablishment, la deriva socialista i antilliberal d'en Gilliam era simplement patètica i una palpable demostració de la immaduresa política del dofí. El poc respecte cap a les tradicions i la religió que destil·lava l'article del corresponsal fou un altre dels fronts que es van obrir. Fins i tot, la senyora Bentham va demanar al seu marit la tornada immediata del seu fill, ja que sospitava que podria acabar abraçant l'ateisme “i ves a saber tu quines idees tronades portarà el nen de la maleïda illa”.
Pel costat popular, en Gilliam també va cridar l'atenció. La seva popularitat, que ja era notable degut a la seva manca de tacte i les seves freqüents ensopegades, va començar a augmentar, precisament pel mateix motiu que les capes altes el van desaprovar. Alguns ja li deien 'el príncep roig', en honor al seu cabell i els seus posicionaments sobre la necessitat de serveis públics; d'altres li deien 'el príncep del gulé', fins i tot sense saber què era. Tots reien d'ell, però en alguns començava a regnar la incertesa, doncs no tenien clar si aquell era un canvi de rumb o la demostració de la seva afició per no tenir les coses clares.
A la redacció del Northern Globe tot eren especulacions i suposicions. Hi havia juguesques sobre el temps que resistiria en Gilliam a Spuo-tò i la broma més freqüent consistia en interpretar les virtuts alienes com a ensenyances d'en Gilliam: “se't nota que has llegit els clàssics, digues, és gràcies a l'oncle 'gili', oi?”, o “si vols ascendir en aquesta societat hauries de demanar-li a en 'gili' que t'ensenyi a jugar a cricket”. Per sota dels comentaris, hi havia certs nervis, perquè tots coneixien el malestar que causaven els articles d'en Gilliam a les altes esferes i això podia repercutir en un descens de vendes: ajustaments pressupostaris, acomiadaments, ...
Com de costum, a l'editorial del dilluns, en Sir Bentham va contentar tothom:
“EL MÓN NO DEIXA MAI DE GIRAR
Estimats lectors del Northern Globe:
Aquesta setmana no ha estalviat notícies positives per tots nosaltres. L'equip de Rugby de la ciutat ha consolidat la seva posició en el campionat nacional, les estadístiques han desvetllat un cop més que les indústries i les exportacions segueixen donant beneficis constants al nostre poble, la ciència continua avançant en l'explicació dels fenòmens metereològics i astrològics. Totes aquestes notícies les han llegit vostès al Northern Globe gràcies a la tasca dels nostres redactors i corresponsals. I, per acabar d'elevar els nostres pensaments, el nostre enviat especial a Spuo-tò ens ha gratificat amb la magnífica oportunitat de reflexionar sobre el nostre món i les nostres conviccions, que són més fermes des que hi pensem amb cert relativisme. Déu, que ens alliçona des del cel cada dia, vetlla per la nostra prosperitat i no ens ha deixat caure mai en mans del desordre ni la bogeria. Nosaltres, ciutadans del seu regne diví, treballem a diari sense descans, cuidem les nostres inversions, tenim cura de les nostres famílies i, per la nit, així li ho agraïm amb les nostres oracions. Sense saber-ho, a cada instant, demostrem que tot i que algunes formigues caminin cap enrere el món no deixa mai de girar. A la seva disposició,
Sir Alexander James Bentham”.
El mateix dilluns, en Sir Bentham va enviar a en Gilliam un exemplar dels diaris de diumenge i dilluns, amb una breu nota que deia: “Estimat fill, davant de qualsevol problema no dubtis a tornar ràpidament, la teva mare està preocupada per tu. El teu article ha causat, com de costum, posicions enfrontades, medita bé les teves paraules abans d'escriure-les. Envia les meves salutacions al príncep i les autoritats de Spuo-tò. El teu pare, Sir Alexander James Bentham”.
Aquells dies van ser relativament tranquils. El nostre príncep del gulé s'estimava sortir d'expedició, més que res per evitar sentir les contínues discussions entre el príncep i la seva bellíssima esposa o entre la guàrdia del mateix. De vegades les sentia des del port. “Pobre nen”, pensava, ja devia estar acostumat a tanta discussió, ni tan sols semblava que li afectessin, ell es quedava dormit.
En Gilliam anava aquí i allà, generalment fugint d'un escenari a un altre. El primer dia va anar a voltar al port. La majoria dels treballadors que hi havien no li responien, només bordaven en la seva llengua, semblava que no l'entenien. Quan va trobar un que parlava la seva llengua, li va fer una pregunta directa:
Bon dia, senyor, li voldria demanar... no sabrà vostè, per casualitat si hi existeixen clubs privats a Spuo-tò? Potser existeix algun club que tingui butlletins setmanals, o mensuals potser? -a mesura que en Gilliam anava formulant la pregunta, el seu interlocutor anava canviant la cara, primer no acabava d'entendre el què li deia, després va deixar les coses que tenia a la mà i tot seguit feia cara d'incredulitat. Finalment va repassar en Gilliam de dalt a baix i es va girar cap els seus companys i només va dir una cosa.
Ku-la, ku-la! -només el to i el mig somriure que va deixar anar després ja van espantar l'estranger. Quan van arribar tots els homes van rodejar en Gilliam i van començar a passar-se'l com una pilota.
Socors, socors! -demanava en Gilliam, cridant en direcció cap a la casa del príncep.
No deixeu de moure'l, ball, ball (ku-la, ku-la)! -digué l'home que havia interrogat en Gilliam.
I què en farem, d'ell? -deia un dels homes que el mirava amb cara de maldat.
De moment no deixem d'empaitar-lo -li contestà l'instigador.
Al seu país segurament li haguessin tret tot el que duu a sobre -proposà un altre, que començava a mirar-se amb deteniment la roba del visitant.
Què tal si el saquejem fins deixar-lo nu? Si ofereix resistència amenaceu-lo o poseu-li la mà al coll, recordeu, estem en nivell 4 -recordava un altre, mentre ficava la mà a la bossa que portava el periodista.
Quina pena fa, pobre -es lamentava un d'ells.
Acabarem ràpid -s'afainaven.
En aquells moments arribà en Jug, el cosí d'en Fret, que havia sentit els crits des de casa seva. En veure'l, en Gilliam havia vist el cel, però res més lluny de la realitat. En Jug, alt com era, se'l mirava tranquil·lament mentre els altres homes li treien tots els objectes que portava i començaven a despullar-lo. En un moment donat, va fer una patada a un home que havia agafat la bossa de l'estranger i va remenar-hi dins. Quan va trobar una ploma d'or es va donar per satisfet, va deixar caure la bossa i ma tornar a casa seva.
Totalment nu i sense la bossa, en Gilliam va tornar a casa del príncep, corrent amb la seva gràcia habitual. Es va posar una peça de roba que li tapés les vergonyes i va baixar, totalment ultratjat a parlar amb el príncep i li va explicar tot el succeït, com si fos un nen que recorre al pare davant d'una agressió. Al ritme de la seva explicació, en Ti-kè anava repetint les paraules d'en Gilliam, rient i ballant: “ku-la, ku-la” deia repetidament.
El príncep l'acompanyà al port però allà no hi havia ningú. En Gilliam només va poder identificar els vaixells a on treballaven aquells homes, però la seva descripció física no deia res al príncep. “Ordenaré els meus homes que ho investiguin”, va dir sense gaire convenciment. Després d'aquest fet, en Gilliam ja no va tornar al port i havia de decidir d'altres paisatges per als seus passejos. Al dia següent va marxar cap endins, va recollir algunes fulles i va fer dibuixos de la vegetació, com si tingués un inexistent interès botànic. En realitat, només fugia del contacte humà, començava a estar-ne tip de Spuo-tò.
Nivel 0. No es necesario fingir
Nivel 1. El entorno de acogida muestra desaveniencias con frecuentes discusiones
Nivel 2. Discusiones frecuentes y desagradables en el entorno de acogida y un radio de dos pueblos. Actuación basada en rumores
Nivel 3. Exageración de rumores e historias tipo, discusiones frecuentes con ligeras agresiones. Clima de ligera hostilidad
Nivel 4. Agresiones continuas, clima hostil entre habitantes y para con el invitado. Moderación de daños externos.
Nivel 5. Máxima hostilidad en el entorno, agresiones dirigidas al entorno del invitado y actitud amenazante hacia el invitado. Alarma pre-activada.
Nivel 6. Alarma activada, clima de emergencia, excepción, revueltas violentas con daño moderado a los objetos inanimados.