"Quienes defienden su derecho individual y al tiempo pretenden derribar el Sistema en que se ha producido la injusticia desean algo más que matar dos pájars de un tiro: no son simples oportunistas pragmáticos sin individuos convencidos de que las injusticias individuales son hijas del Sistema y que, por tanto, para eliminar aquéllas hay que empezar por éste. Y no les falta razón, porque la realidad es que el Sistema defiende de ordinario el acto injusto en cuyo seno se ha producido, demostrando con ello que no es neutra y que está dispuesto a o reconocer sus errores o, mejor aún, que la injusticia concreta no es un error, una excepción al Sistema sino su producto natural. En términos deliberadamente enfáticos puede, por tanto, afirmarse que el Sistema que no depura por su propio impulso sus actos injustos es un Sistema injusto y que, si se trata de actos ilegales, pierde su pretendida legitimidad legal, puesto que el fruto venenoso procede de un árbol envenenado (p. 275)".
"Los ilustrados imaginaron -en contra de los informes de los viajeros y descubridores, hoy antropólogos- un <
"[...] la injusticia paga bien. A través de ella se alcanza dinero y poder.
Lo anterior explica que la injusticia no sea patrimonio exclusivo del Estado, sino que su verdadero reino esté en la sociedad. Si el hombre es perverso por naturaleza (recuérdese el mito cristiano del pecado original), obra injustamente siempre que tiene alguna posibilidad de hacerlo, algún poder sobre los demás. Las estructuras públicas son el instrumento ideal para la imposición del egoísmo, y por ello la injusticia opera habitualmente desde el Estado. Peron no faltan otros instrumentos adecuados. Allí donde hay poder, hay injusticia (p. 287)."