dimecres, 26 de novembre del 2008

Utopía y justicia

Si un día escribiera un libro, este sería un esbozo

La Utopía y la justicia

La utopía es un objetivo que la humanidad ha creado en su imaginario, seguramente porque, contrariamente a la organización estatal, constituya el máximo de los ideales y su destino, digamos, natural. El ser humano, como animal que piensa y es capaz de realizar sus pensamientos, tiende a autoprotegerse de forma individual -aportando soluciones frente a los desastres exógenos a la sociedad como las catàstrofes naturales o, sin ir más allá, de las adversidades climáticas- o de forma colectiva -protegiendo al más débil para conseguir la supervivencia de la propia especie y su bienestar. El declive de la sociedad moderna y su continuidad durante el siglo XX se basan en el hecho de que para mejorar el bienestar, el hombre moderno ha roto la relación con el entorno natural del que forma parte y que le permite la supervivencia, tratándose de un peligro para la supervivencia de las generaciones futuras e incluso de las presentes. El concepto de utopía nos remite a un mundo ideal cuyo orden no es establecido, sino procedente de la espontaneidad, del caos –que no tiene nada que ver con la violencia- construido desde la individualidad hacia la colectividad, en el que la convivencia entre los miembros de la misma especie y su entorno natural es fruto de una harmónica relación en la que no existe el abuso. En la utopía no es necesario que nadie diga lo que es bueno o malo para el conjunto de la sociedad, es una sociedad justa porque está compuesta de personas justas que obran por su voluntad y conforman su voluntad con la previa asunción de la voluntad y libertad del resto de seres. Sin embargo, no vivimos en utopía, son muchos los elementos que nos separan de la utopía y a continuación intentaremos trazar algunos de los elementos que nos separan del fantástico ideal; tal vez sirvan para aproximarse a ella o alcanzarla.

1. El germen de la injusticia

La injusticia se produce cuando se rompe la harmonía en la relación entre el ser humano y su entorno, del que forman parte otros seres humanos en un proceso simple: se trata de un proceso en el que un individuo pretende conseguir un aumento –innecesario, por otra parte- de su bienestar a costa de su entorno para lo cual utiliza la fuerza física directa o indirectamente –normalmente gracias a la persuasión de otros seres humanos que se beneficiarán de ello aumentando también su bienestar-; de esta forma se produce un abuso del entorno para el provecho propio y privativo con el resultado de un uso ineficiente del entorno.

Este proceso, destinado a autoliberarse, mediante el abuso, de las tareas de supervivencia básicas, se puede dar en todas las sociedades y de hecho se ha dado repetidamente, con una cadena de relaciones prácticamente insondable que ha involucrado a seres humanos de todos los tiempos. Ninguna sociedad se ha librado e incluso algunas generan sus propios instrumentos de búsqueda de poder de formas culturales y religiosas, puesto que les autolegitima frente a otros seres humanos o frente a otras especies.

El punto más importante de este proceso se sitúa en la colaboración. Ningún ser humano puede abusar de su entorno de una forma tan intensa que impida al resto su disfrute y, de intentarlo, el resto acabarían por detenerle. Para hacerlo, el hombre que pretende el abuso necesita aliarse con otros seres humanos que lo pretendan o pedir su colaboración a cambio de recompensa. La capacidad de movilización del abusador acaba por ser tan grande que el abusado lo tolera e incluso lo acaba justificando, puesto que de la injusticia puede aprovecharse cualquiera y obtener bienestar a bajo coste, siempre que se someta a los designios de otro abusador o abusadores.

2. La plasmación de la injusticia en las leyes, la jurisprudencia y la ciencia jurídica: la democracia como la peor de las soluciones

La consolidación de esferas de poder sobre otros individuos, como relación de abuso del entorno, se ha acompañado siempre de una plasmación duradera en algún tipo de soporte, que suele tener por efecto, tanto extender su conocimiento como aportar un elemento de validez: eso es el Derecho. Durante mucho tiempo, se ha dejado el aspecto relativo a la legitimación (su justificación) a elementos esotéricos, de entre ellos los más relevantes han sido los dioses y, en sociedades en las que se ha superado o en la que no dan un caràcter civil a la religión, una idea abstracta de comunidad cuyos designios son establecidos mediante mecanismos más o menos democráticos.

Pero no se olvide nunca, el único objeto de una norma –sea ley o contrato- es el de establecer obligaciones o prohibiciones de caràcter absoluto (hasta incluso los elementos de ponderación lo son). El caràcter absoluto de las normas, sin embargo, no se cohonesta bien con el caràcter animal de la especie humana. Nada es blanco o negro en la sociedad de los seres humanos. Han sido los jueces y los científicos del Derecho los que han intentado trazar líneas de discontinuidad con el caràcter cerrado de las normas, a veces con acierto a veces con efectos desastrosos. Sin embargo, el poder que han tenido unos y otros es idéntico al poder del sujeto que elabora y aprueba una norma. Establece una solución que normalmente también reviste caràcter absoluto a una complejidad. No hay que decir que el gran poder que el poder superior le ofrece a una instancia judicial es un caramelito del que no dudan en apoderarse los que pretendan abusar del entorno.

El papel que juegan los científicos es mucho más sutil, pero igualmente aterrador. Mediante sus estudios legitiman o deslegitiman al poder a su gusto, permitiendo una u otra forma de abuso y, en muchas ocasiones, esperan una recompensa por parte del abusador.

En cualquier caso, todas las instancias de una democracia –aunque funcione de forma completamente racional- no pueden satisfacer la diversidad de la vida humana. En una república soviética, la misma idea de democracia puede dar lugar a abusos, ya procedan de un solo individuo o del conjunto de la “comunidad”. Es jocoso para muchos desvelar el trato que griegos y romanos dispensaban al conjunto de la población, puesto que de acuerdo con las ideas y normas de la república, los esclavos no eran seres humanos. Esto es, el Derecho se reservaba incluso una capacidad que, hoy día, reconocemos como una de las funciones de la biología. No hay que ir más lejos para constatar que, en la actualidad, las sociedades humanas abusan, en su conjunto de su entorno natural, vegetal, animal o mineral, sin que nos tiemble el pulso a la hora de maltratar el entorno incluso sin una finalidad ligada a la necesidad, de forma que tomamos por válido el asesinato de animales por motivos de ocio.

Y para acabarlo de remetar, la democracia instituye siempre un sistema de represión puesto que el disidente es siempre un enemigo de la comunidad y sobre él se hacen recaer un sinfin de desgracias en caso de actuar conforme a su pensamiento, diferente al normativo.
[continuará...]


3. La injusticia como producto de la sociedad

4. La desaparición del dinero y la economía de la libertad

5. El principio de la libertad

6. Lucha social y realización de la justicia

dimecres, 12 de novembre del 2008

Yo no tengo moral, tengo cultura

Soy de pueblo y tengo una cultura de pueblo. Aunque me he criado en la ciudad, me he ido desprendiendo, con tiempo y esfuerzo, me he ido desprendiendo de todas aquellas anormalidades que la vida en vertical ha trazado en nosotros. Antes, cuando no existían medios materiales y la mayoría de las casa seran bajas, las gentes salíamos a la calle con normalidad a charlar, sacando nuestra silla a la calle, comiendo y bebiendo en la calle. Hoy día, estas actividades se consideran contrarias a la convivencia. Es una soberana estupidez de la que sólo puede ser artífice el precedente del régimen orwelliano, aunque el color de su collar sea el más bonito del mundo. La vida en aislamiento que nos impone la arquitectura urbana no hace más que originar problemas de convivencia, puesto que no se comparte, no se conversa, no se intercambian opiniones y, en definitiva, no se puede entender la sociedad tal y como es.

El modelo de moral, primero impuesto por la religión y, ahora, por los poderes públicos al ritmo del adagio “orden público” traza una línea de positivismo (en el sentido filosófico-normativo) en nuestras vidas diciéndonos lo que podemos hacer y lo que no podemos hacer, aunque vaya en contra de nuestra propia naturaleza y origine, ipso facto, distorsiones evidentes en nuestra forma de pensar y comportarnos. El orden impuesto no es viable porque niega nuestra parte animal, la racionalidad absoluta, además de constituir un imposible, no nos llevarà a la utopía, puesto que el ser humano es animal y el animal también forma parte de nuestras decisiones... y el animal, como animal que es, se equivoca, mucho y frecuentemente de forma grave.

Una concepción más cercana a nuestra naturaleza humana y animal es la de comprender las cosas, incluso los conflictos, como elementos intrínsecos de la cultura humana que se genera en la sociabilidad (renunciamos a la soledad para obtener mayores beneficios), en el devenir de las cosas. El refranero popular da bastantes ejemplos que se reiteran una y otra vez y que las leyes no pueden cambiar: la primera norma sociológica del derecho es la de “hecha la ley, hecha la trampa”. Los que nos hemos criado de la mano de una generación criada en el pueblo y que crecimos antes de que el cosmopolitismo se apoderara de nuestro presente, incluso en medio de la transición, bien sabemos que las normas no pueden parar la avaricia humana, y todo lo que conforma nuestra naturaleza humana (50% razón, 50% instinto), y que sólo el aprendizaje colectivo de las situaciones que nos envuelven pueden salvarnos de esos pequeños sinsabores que nos da la vida, que sólo con el conocimiento podemos aprender a dominar los impulsos que hacen la vida más insufrible y a asumir el instinto con cautela pero sin ceguera, sin prisa pero sin calma. Por estos motivos yo no tengo moral, tengo cultura

dilluns, 3 de novembre del 2008

Carta als directors: La neutralitat de TV3

La neutralitat de TV3

Ahir van passar el primer episodi d’“Emprenedors” el nou concurs de TV3, que anima a convertir-se en empresari, el premi és de 100.000 €. Així, TV3 demostra el seu compromís amb el capitalisme que enriquirà a una persona individual. No podrien haver ideat el mateix concurs per premiar una activitat econòmica solidària, sostenible i comunitària, que no estigués basada en el lucre personal sinó en mitjans de producció socialment responsables?

La neutralidad de TV3

Ayer empezó el primer episodio de “Emprendedores”, el nuevo concurso de TV3, que anima a convertis-e en empresario, el premio es de 100.000 €. Así, TV3 demuestra su compromiso con el capitalismo que enriquecerá a una persona individual. ¿No podrían haber pensado el mismo concurso para premiar una actividad económica solidaria, sostenible y comunitaria, que no estuviese basada en el lucro personal sino en medios de producción socialmente responsables?

Carta als directors: Torna la propaganda (Som-hi!)

Vuelve la propaganda (Som-hi!)

Esta mañana me ha sorprendido la portada de un diario gratuito cuya portada incluía un mensaje de la Generalitat: Som-hi!. Si no teníamos suficiente con la bochornosa campaña del Ayuntamiento de Barcelon (Visc a Barcelona), la Generalitat se ha sumado el carro con la campaña Som-hi! Es necesario recordar que las “campañas vacías” son ilegales de acuerdo con las leyes de publicidad institucional, puesto que se consideran propaganda política al servicio del partido en el poder. Pero además de ilegales son inmorales porque suponen un gasto presupuestario escandaloso que soportamos los ciudadanos y no sirven para nada (más allá de beneficiar la imagen del gobierno). Les pido a los políticos que no se sorprendan cuando los ciudadanos no cumplan las leyes puesto que ellos mismos las incumplen siendo los que las aprueban.

Torna la propaganda (Som-hi!)

Aquest matí m’ha sorprès la portada d’un diari gratuït la portada del qual incloïa un missatge de la Generalitat: Som-hi! Si no teníem suficient amb l’escandalosa campanya de l’Ajuntament de Barcelona (Visc a Barcelona), la Generalitat s’ha sumat al carro amb la campanya Som-hi! És necessari recordar que les “campanyes buides” son il·legals d’acord amb les lleis de publicitat institucional, doncs es consideren propaganda política al servei del partit al poder. Però a més d’il·legals son immorals perquè suposen una despesa escandalosa que suportem els ciutadans i que no serveixen de res (més enllà de beneficiar la imatge del govern). Els demano als polítics que no es sorprenguin quan els ciutadans no compleixin les lleis, doncs ells mateixos les incompleixen essent els qui les aproven.