Seguridad. Palabra altisonante, sin duda. Seguro que usted, querido no-lector, ha temblado sólo de advertir que un chalado como el que escribe vaya a tratar este tema. Sí, da miedo ya. Sólo oir la palabra "seguridad" pensamos en gente cometiendo delitos menores (hurtos, robos con intimidación) o delitos grandes (asesinato, violencia) y la necesidad imperante (oh, sí) de la policía para protegernos, y de los ejércitos para liberar nuestra nación (oh, sí -sea cual sea) del enemigo exterior, deseoso siempre de subyugarnos en su paranoia.
Pues yo creía que la seguridad era otra cosa. Sí, cuando pienso en seguridad pienso en lo bien que viviríamos si todo el mundo pudiera ocupar el tiempo a su libre arbitrio, no sólo para cubrir sus necesidades, sino para cubrir sus deseos. ¿Cómo sería usted más seguro? Pues seguramente, usted viviría más seguro si todo el mundo tuviera cubiertas las necesidades básicas (techo, lumbre y alimento), y no llegara nunca a la desesperación. Desgraciadamente no es así, y las carencias de todo tipo suelen explotar ante nuestra indiferencia hacia el germen de la inseguridad. Y nosotros podemos hacer algo más que confiar en la policía o en el gobierno, puesto que nunca estarán donde se les necesita (ellos están por otras cosas, los unos por cobrar su sueldo cada mes para pagar la hipoteca, los otros por ganarse el prestigio que les dará un empleo ridículo pero escandalosamente pagado cuando dejen el cargo).
No necesitamos la protección de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (ni siquiera el Estado, proclamaría yo). Necesitamos seguridad en la satisfacción de nuestras necesidades de cobijo y sustento.
dimarts, 9 de juny del 2009
Seguridad y protección
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