divendres, 8 de juliol del 2011

La casa de las verdades

Después de comer, Mary y Jovi se decidieron a dar un paseo por las calles, todavía a medio hacer, del pueblecito de interior al que fueron a parar por azar. Su tranquilidad les cautivó. En una de las fachadas vieron un "se vende" y se miraron con esos ojos brillantes de los enamorados. Después de la muerte de los padres de Mary ya nada les ataba a la ciudad y sintieron una corazonada al ver esa masía en venta. No era lujosa, pero parecía espaciosa y en el exterior se divisaba un poco de espacio. Al día siguiente llamaron y concertaron cita con el agente inmobiliario.

- La casa es espaciosa y está bien cuidada -les decía el jefe de la inmobiliaria mientras abría la antigua pero elegante puerta de la casa. La llave era de esas enormes, la pareja se miraba y sonreía, todos los detalles les seducían, "qué rústico" significaban esas carantoñas-. Todavía quedan algunas cosas, verán los dueños se han mudado de ciudad y los hijos todavía tienen sus cosas, pero eso, se les avisa y las recogen- añadió al abrir la puerta y ver que todavía había una bicicleta y una estantería con libros en la sala que daba paso al sótano.
- Sí, parece que la casa está bien, y la construcción es buena, ¿es de piedra? -preguntó Jovi mientras subía las escaleras hacia el comedor.
- En efecto, la construcción es de las antiguas, no se sabe de qué siglo es la casa, pero las vigas de madera están bien y la estructura es fuerte, no necesita obras; está, como se suele decir, "para entrar a vivir"- presumía el comercial.

Mary y Jovi recorrieron todas las estancias cogidos de la mano, con esos pequeños apretones cada dos por tres. No podían creérselo, en breve serían propietarios de una masía antigua, de ensueño.

- Aquí abajo hay un sótano... verán, está un poco descuidado, sólo hay cosas viejas y poco más, las herramientas que se utilizaban antes para cuidar las tierras. También hay una bodega, y también está un poco abandonada -decía mientras buscaba la llave- vaya, no encuentro la llave. Bueno, ya se pueden imaginar cómo está de polvo, aquí hace falta un poco de trabajo. Salgamos a fuera, les enseñaré el terreno y ya lo habremos visto todo.

La parte trasera de la masía tenía cuatro hectáreas de tierra. El primer tramo estaba integrado en el terreno de la casa y, tras unas cañas, uno se adentraba en una zona boscosa hasta llegar al río. Esas tierras no se habían trabajado desde hacía años, era evidente. Los matorrales le alcanzaban a uno hasta el pecho, decidieron ahorrarse la excursión completa hasta el río, con saber que tenían una buena extensión de tierra era suficiente.

- Entonces, si le confirmamos que nos la quedamos, ¿dice usted que no habría problema en firmar cuanto antes? - Mary exhortaba al comercial, con el convencimiento de que la respuesta sería afirmativa.
- Sí, en realidad, si quisieran hacerlo hoy mismo, podrían. Los propietaris se marcharon a vivir al extranjero y el notario tiene los poderes en regla, sólo habría que ir a su despacho y firmar.
- Sólo tenemos que arreglar el papeleo con el banco. Cuando tomemos una decisión definitiva le llamamos y concertamos cita- remató Jovi.
- Muy bien, entonces así quedamos. Parece que les ha gustado la casa -la pregunta del comercial obtuvo por respuesta una mirada de complicidad de la pareja.

En pocos días, la venta se formalizó y empezaron la mudanza. En realidad, no tenían prisa, así que los primeros días montaron lo imprescindible para poder dormir y comer algo con comodidad mientras acababan la mudanza, pero sin quedarse todos los días.

- Ustedes deben ser los nuevos vecinos -el vecino más próximo les vio descargar cajas y se acercó a saludar.
-Sí, todavía estamos con la mudanza. Perdone, me presento. Yo soy Jovi, soy diseñador, mi mujer se llama Mary, ella se dedica a la asesoría de rutas marítimas, la reconocerá porque le parecerá haber visto a un ángel -respondió Jovi.
- Jovi, no pongas nada en la salita de abajo, todavía hay cosas de los anteriores propietarios, súbelo todo arriba- el ángel hacía aparición, con algunas indicaciones logísticas.
- Mary, cariño, te presento al señor ...- le introdujo Jovi.
- Mi nombre es Gut, su nuevo vecino, encantado señorita, veo que el señor no mentía -decía mientras le besaba la mano- bien, yo me despido por hoy, veo que tienen ustedes trabajo de sobras, ojalá pudiera ayudarles, pero ya soy mayor.

Mary y Jovi siguieron su charla mientras el vecino se alejaba: “¿Qué decías? -dijo Jovi- No, nada, en la salita de abajo, hay una estantería y una bicicleta, no lleves trastos allí, no hay sitio”. Al oir esto, Gut se sorprendió, estaba claro que había escuchado la conversación. Evidentemente llamó la atención de la pareja y no tuvo otro remedio que expresarse: “Si hay una bicicleta, eso quiere decir que la hija todavía anda por aquí”, a lo que Mary y Jovi asintieron con un gesto de despreocupación, ya que, como les había indicado el comercial, los propietarios se habían comprometido a retirar las cosas.

El trabajo de Jovi les impidió estrenar la casa la primera semana y tuvieron que esperar un poco para terminar la mudanza. Además, todavía no había acabado el invierno y no podían dormir en la casa si no encendían algún fuego antes. Un buen día se decidieron a llevar un par de muebles. A medio camino les alcanzó una tormenta. Llegaron a la casa y, en vista de que la tormenta no cesaba, decidieron encender un fuego. Era viernes y al día siguiente ninguno de los dos tenía compromisos, así que podían quedarse a dormir sin preocupaciones.

Unas latas de conservas fueron suficientes para cenar y, bueno... más que cenar, coquetearon con uguetes comestibles un buen rato. Luego fueron a la habitación y estuvieron largo rato haciendo el amor. La pareja quería tener hijos y deseaban empezar aquella etapa encargándolos, en su nueva casa. Al rato, mientras hablaban del futuro, Mary escuchó un portazo que le extraño.

- ¿Tú no has dejado ninguna ventana abierta, verdad Jovi?- preguntó extrañada.
- No... iré a mirar -respondió él dubitativo-. Iré a mirar, seguro que no es nada.

Jovi bajó las escaleras y rápidamente se dio cuenta de que la bicicleta no estaba y además el suelo estaba mojado.

- No te preocupes cariño, parece ser que la hija de los dueños ha venido por su bicicleta, sólo eso... -Jovi había resuelto la incógnita.
- Menos mal que tengo un detective listo y atractivo -le respondió Mary mientras se disponía a besarle y a volver a los juegos de cama...

A los pocos días se instalaron definitivamente. Su alegría era inmensa, ya empezaban a pensar qué harían con el terreno, el sótano y la bodega. Mary quería un despacho amplio para su trabajo y los diseños de Jovi en el sótano y él dejó claro desde el primer momento que necesitarían una sala de herramientas para el huerto que iban a plantar en la parte trasera. La bodega no admitía discusión, sería una bodega de verdad, con su vino y sus provisiones y, desde luego, una amplia mesa de madera donde cenar con los amigos en los calurosos días de verano. “¿También invitaremos a Gut? -bromeaba Mary- Mejor que no se haga ilusiones, puedes causarle un infarto y yo no quiero un muerto en mi sótano -respondía Jovi”.

Al tercer día, Jovi se decició a inspeccionar a fondo el sótano y la bodega. El sótano necesitaba una limpieza a fondo, pero tenía muchas herramientas antiguas que podían servir de objeto decorativo, incluso había una prensa para extraer aceite de las olivas, lo que le invitaba a probar suerte con un par de olivos que se divisaban en el jardín.

Mientras imaginaba las posibilidades de su huerto, se dirigió a la bodega y buscó la llave. Probó con todas las llaves, pero nada. De hecho, la cerradura no parecía ser la original. Miró encima de la puerta, en las vigas, pero no la encontró. Bueno, todavía había la esperanza de poder preguntarle a la hija por la llave, de hecho, la bicicleta había vuelto a aparecer, signo inequívoco de alguna visita.

- ¿Quién va a hacer hoy la cena? -gritó Mary desde la escalera...

El trabajo alejó un par de días a Jovi de la casa. Mary ya se había desprendido de la oficina y podía trabajar desde casa, pero aquel par de días tuvo un sentimiento extraño, como si una presencia rondara la casa. Intentó localizar a los dueños para preguntarles por su hija, para cerciorarse de que se llevaría los muebles, los libros y el resto de cosas que todavía quedaban. No los encontró, en cuanto cobraron el importe de la venta se esfumaron sin dejar huella.

Jovi llegó tarde. Por el camino, un pájaro despistado chocó contra su parabrisas y dejó un rastro de sangre y entrañas que ya se había vuelto pegadizo. Antes siquiera de ir a ver a Mary, bajó a la bodega por un trapo sucio para limpiar los restos del pájaro. Entonces se percató de que en la bodega había luz. Fue hacia allí, creyendo que Mary había encontrado la llave. La puerta estaba cerrada, la luz era ténue pero se apreciaba desde fuera.

- ¡Mary, abre, soy yo, Jovi! - gritó mientras golpeaba la puerta. Parecía que no había nadie, pero Jovi no se quedaba tranquilo. Subió un momento a la casa y volvió a llamar a Mary; estaba en la habitación que habían habilitado como despacho-. Hola, mi amor, ya está aquí tu príncipe -se besaron-. ¿Oye, has estado en la bodega? Te has dejado una luz abierta.
- No, mi amor, no he bajado para nada – Mary empezó a preocuparse por la cara que hizo Jovi en cuanto le dijo eso.
- Espérame aquí, y cierra la puerta de abajo. Hasta que yo no suba no te muevas y ten preparado el teléfono por si acaso, creo que alguien ha entrado en la casa -dijo Jovi notablemente nervioso.
- Ah, es eso, debe ser la hija, no te preocupes, mi detective, ya he intentado contactar con los dueños, les he dejado mensajes para decirles que esto tiene que resolverse -intentó calmarle Mary.
- Tanto da, si no lo resuelven ellos, lo resolveré yo, empiezo a estar cansado de esta historia -dijo Jovi mientras enfiló las escaleras-. Cierra la puerta, ¡no salgas!

Jovi se fue directo a la caja de herramientas. Por el rabillo del ojo pudo apreciar que la luz estaba apagada, y parecía no haber nadie, pero eso no le detuvo, estaba decidido a rebentar la cerradura de la puerta y ver qué pasaba allí. Y así lo hizo, cada vez más exaltado acabó por romper la puerta. Al no encontrar la luz, encendió una cerilla para buscar el interruptor. Antes de encontrarlo ya pudo percibir algo de lo que allí sucedía. Parecía haber tres o cuatro compartimentos que se adentraban hacia el fondo y en cada uno de ellos un par de bañeras putrefactas. Junto a la escalera, una mesa amplia llena de instrumentos abandonados a media faena.

Finalmente, encontró la luz y divisó el panorama en toda su dimensión. No había que ser policía para adivinar que aquello era un laboratorio clandestino de ... ¿cocaína?. “Wow -pensó Jovi para sus adentros- ¡la niña juega fuerte!”. Se acercó con cuidado hacia la mesa escrutando a cada paso todos los rincones por si había alguien escondido. Llegó y puso una pizca de aquel polvo blanco en la punta de su lengua. En efecto, era cocaína. Sobre la mesa había por lo menos medio kilo, cantidades industriales. Inspeccionó todos los rincones y, ciertamente, aquello era todo un laboratorio clandestino, insalubre. Jovi no salía de su asombro. Salió de allí y se fue a comprobar que la puerta del garaje estaba bien cerrada. Se dispuso a asegurarla atravesándola con unas maderas que encontró y subió a la casa. Mary estaba bien. La hija de los dueños o quien fuera ya estaba fuera.

Rápidamente, Jovi le explicó lo que había visto a Mary y salió disparado hacia el coche. Dio vueltas con el coche y luego se dispuso a examinar los caminos de entrada del pueblo, pero no encontró a nadie que paseara (o huyera) en bicicleta. Al segundo golpe contra el volante decidió desistir y volver a casa. Durante varios días estuvieron pensando qué podían hacer con aquella situación. Si llamaban a la policía la situación podía volvérseles en contra. Idearon un plan para sorprender a la hija. Jovi dormiría en la parte de abajo, así oiría cualquier ruido y si llegaba la hija en plena noche, Jovi podría detenerla.

Y así fue, hacia las 4 de la madrugada de la tercera noche, un ruido de llaves despertó a Jovi. En cuanto la hija de los dueños vio a Jovi salió corriendo pero de nada le sirvió.

- Ahora vas a explicármelo todo -dijo Jovi con la rabia del que ha sido engañado.
- No hay nada que explicar, esta casa es nuestra, sois vosotros los que sobráis aquí -dijo ella. Se trataba de una adolescente, no llegaba siquiera a los 20 años, de aspecto y vestuario gótico. Su mirada era la de alguien asustado que, no en vano, demuestra valentía para superar sus miedos. Jovi supo desde el primer momento, que sería huidiza.
- Nosotros hemos pagado el precio y tenemos derecho a vivir tranquilos -le respondió Jovi mientras la agarraba por el brazo.
- Mis padres no tenían derecho a venderte la casa, también es nuestra. Mi hermano y yo no permitiremos que nos la robéis -dijo ella enrabiada.
- No tienes nada que hacer, recoge tus cosas y no vuelvas por aquí, hoy recogerás tu última entrega -le inquirió Jovi.
- Puedo devolverte tu asqueroso dinero, pero no te creas que vivirás tranquilo mientras yo esté viva -decía ella mientras era arrastrada por Jovi.

Jovi la hizo pasar por la puerta y la empujó hacia dentro. Mientras recogía la mercancía, se le derramaban las lágrimas. Lanera se sentía humillada, no podía asumir que sus padres les hubieran traicionado así. Jovi se ablandó.

- Oye, mira, nosotros no tenemos nada contra ti -se mostró comprensivo Jovi-. La verdad es que este laboratorio clandestino es algo difícil de creer, pero en el fondo es tu problema, no llamaremos a la policía, pero tienes que prometernos que desaparecerás y no nos buscarás problemas.
- Tú no sabes nada, nada de nada -escupió ella, apretando los dientes.
- A qué te refieres -Jovi esperó una contestación que no llegaba- venga, habla, ¿acaso tus padres han tenido que huir por un asunto de drogas?
- Ja, ja, ja -reía Lanera con delirio-. Te crees que este pueblo es tranquilo porque sí, que has encontrado el paraíso, ¿no? Pues te equivocas, has dado con el maldito infierno. Harías mejor cogiendo el dinero que te ofrezco... Si quieres te puedo dejar coca para una década, te hará falta...
- ¿Y ahora qué me vas a contar, que Belzebuth es el alcalde? Venga ya, no trates de esconderte con evasivas ahora que se deshace tu castillo de naipes... -desconfió Jovi.
- Tú verás... -le dijo con arrogancia Lanera-. Mi última oferta: lo que has pagado por la casa más un 25% por las molestias. En una semana vendré a traerte el dinero, es el plazo que te doy. Si no es por las buenas será por las malas, esta casa es más mía que tuya, avisado quedas.

Lanera se despidió con una sonrisa macabra que dejó confundido a Jovi. Salió detrás de ella pero notó que la conversación se había acabado. Antes de entrar y cerrar la puerta pudo divisar cómo se retiraba una sombra de la casa de los vecinos. “Chafarderos -pensó-, no sé cómo no me lo había imaginado”. Ciertamente, cierto grado de chafardería es común en un pueblecito como aquél, pero Jovi tampoco no lo creía lo suficientemente perturbador como para hacer de aquello un “maldito infierno”, como lo había descrito Lanera. “Ni caso”, se dijo Jovi pensando tanto en la chafardería rural como la oferta y las palabras de Lanera.

Mary esperó despierta y nerviosa a Jovi, que le explicó lo sucedido.

- Hay algo que me da mala espina... -dijo Mary a Jovi y ante su cara de afirmación siguió- y no me refiero al asunto de las drogas. Me huele raro, hay algo que no cuadra.
- No te inventes historias, vete a saber qué ha pasado entre los padres y los hijos. No es problema nuestro, bastante hacemos con no contarle nada a la policía, en el fondo le estamos dando una segunda oportunidad -afirmó Jovi.
- Ya pero, esto puede traernos problemas, no hablo de la policía, sino de ella, no quiero problemas, prefiero buscar otra casa antes de que nos haga la vida imposible -respondió Mary.
- Correremos el riesgo -dijo Jovi socarrón- ¿qué nos puede pasar? ¿que nos traiga un ejército adolescentes satánicos? -ironizó.
- No es eso, si se volviera loca podría hacer una tontería y no me gustaría que tú estuvieras en medio... -Mary se abrazó a Jovi como buscando protección.
- No tengas miedo, es sólo una cría arrogante -sentenció él.

Al día siguiente, Jovi fue a comprar el pan y, como muchos días, se encontró en la calle con su vecino Gut, que parecía haber presenciado lo ocurrido la noche anterior. Jovi trató de averiguar algo pero no pudo arrancar nada a un Gut nervioso que miraba a lado y lado, como si temiera la presencia de su mujer.

Los días pasaban y todo empezaba a enrarecerse. Sin duda, su encuentro con la joven era el centro de atención de los chafardeos y habladurías del pueblo, la gente les miraba como con desconfianza y los vecinos evitaban los encuentros y las conversaciones con Mary y Jovi. Al girar la esquina de la calle principal, Jovi se encontró de cara con el alcalde del pueblo, camino a casa, y éste no pudo esquivarle.

- Buenos días, señor Alville -saludó amablemente Jovi.
- Buenos días, señor Jovi -respondió temoroso y nervioso el alcalde, con la cabeza gacha-, ¿cómo se encuentra su esposa? Hace días que no les veo pasear.
- Verá, Mary está encerrada en el despacho, tiene que terminar un proyecto, ya sabe, cuando nos ponemos a trabajar no paramos hasta que acabamos, la gente de ciudad somos así -sonrió Jovi.
- Bien, entonces le dejo seguir su camino, seguro que usted también tiene cosas que hacer ... -intentó la huída el alcalde.
- No, en absoluto, yo tengo el día libre y, de hecho, si tiene cinco minutos, querría hacerle una pregunta -dijo Jovi cortándole el paso discretamente.
- Usted dirá, ya sabe que estoy aquí para servirle -se inclinó el Sr. Alville.
- Mire, parece ser que la chica de la casa – empezó Jovi.
- La chica... ¿Lanera, la hija de los anteriores propietarios? -aclaró el alcalde.
- Sí, exacto. Parece que tiene mucho apego por la casa y no quiere abandonarla, ¿podría usted ayudarme al respecto?
- Lo siento, Sr. Jovi, eso son temas privados entre ustedes, eso deberá hablarlo con los antiguos propietarios -trataba de escabullirse el alcalde.
- Bien, sí, puede parecer un asunto privado pero por lo que veo a todos ustedes les interesa la historia, así que yo también debería saber de qué va, ¿no cree? -aludiendo a la chafardería.
- Trate de localizar a los dueños y hable con ellos, en ese aspecto yo no puedo ayudarle -dijo el alcalde mientras toqueteaba su gorra.
- Los anteriores dueños han desaparecido así que mientras no aparezcan, usted va a contarme el por qué -Jovi se puso exigente.
- Lo único que sé es que su negocio de venta de telas se vino abajo y decidieron emigrar y probar suerte en algún otro lugar. Por lo visto los hijos no quisieron seguirles y de hecho, tampoco se llevaban bien con ellos, así que... -soltó prenda el alcalde.
- ¿Y por qué no se llevaban bien, si puede saberse? -interrogó Jovi.
- Cosas de familia, ya sabe, historias de puertas adentro -cerró el alcalde.
- Bien, veo que nadie me puede poner las cosas negro sobre blanco. De todos modos, se lo agradezco, si se entera del paradero de los padres de la niña, o cualquier otra información de valor, por favor, dígamela -se despidió Jovi.
- Así lo haré, señor, tenga usted buenos días -se alivió el Sr. Alville.

De vuelta a casa, Mary y Jovi conversaron sobre la charla con el alcalde. Mary estaba segura de que en ese pueblo alguien escondía un secreto y cada vez más la firma del contrato de compra-venta por representación adquiría más misterio. Jovi estaba decidido a llegar hasta el fondo del asunto pero Mary demostró más habilidad en el arte averiguatoria y charlando con la mujer de Gut encontró más información que Jovi, aunque tuvo que deducirla de su silencio más que de sus palabras, tosca como era su vecina. Según Mary, y por lo que le dijo Rica, la mujer de Gut, la chica tenía un enfrentamiento con los padres y con el párroco puesto que “no hay más que ver sus pintas para saber que esa niña no iba a misa ni tenía ninguna intención, como si creyera que allí residía el mismo diablo”. Rica no veía ninguna solución a corto plazo para la situación, según ella, Lanera era “caprichosa, malcriada y creía poder mandar sobre todos los demás”, lo único que podían hacer Jovi y Mary era esperar que se le pasara la rabieta.

Mary y Jovi no eran religiosos, así que para poder hablar con el cura dieron un paseo con falsos intereses artísticos y culturales. La iglesia era antigua así que preguntaron al párroco sobre arte y poco a poco fueron desplazando la conversación hacia su terreno.

[...] - La iglesia está al mismo nivel que el pueblo, es todo precioso -halagó Mary al párroco- se nota que hacen esfuerzos por mantenerlo todo precioso.
- El señor merece todos nuestros esfuerzos, al fin y al cabo, él nos dio la vida y este fantástico lugar -afirmó el padre Selva.
- ¡Cuánta razón tiene! Este pueblo es muy bonito, esperamos adaptarnos a él lo más rápido posible -respondió Mary.
- Cada pueblo tiene sus costumbres y también sus defectos, pero aún así, estoy seguro de que se acomodarán rápidamente, ya verán -se disculpó el cura-. No hagan caso de las habladurías de la gente, a menudo tienen más de invención que de cierto -sonrió discretamente.
- Esa es la parte que más nos va a costar, viniendo de la ciudad, usted entenderá que no estamos habituados -bromeó Jovi-, pero bien, algún sacrificio habrá que hacer.
- Por de pronto no deben preocuparse, el pueblo está contento con su llegada, nadie les molestará -afirmó el párroco.
- Esperamos ser tan buenos como los antiguos propietarios, o mejores -probó suerte Jovi.
- Bueno, los señores Letrac eran unos vecinos muy queridos en el pueblo, lástima que su negocio dejara de funcionar -sentenció el padre Selva.
- Respecto de los señores Letrac, queríamos pedirle un favor, estamos intentando contactar con ellos, al parecer su hija no está de acuerdo con la venta y nos produce molestias, si usted tiene conocimiento de su paradero o contacta con ellos, hágaselo saber, por favor -reclamó amablemente Mary.
- No se preocupen, si puedo hacer algo, lo haré, pero deben entender que partieron ya hace dos meses y no tenían un destino fijo, buscaban un lugar donde volver a levantar su negocio -aclaró el párroco-; si puedo ayudarles en algo más, sólo tienen que decírmelo.

“Este hombre oculta algo” se dijeron Mary y Jovi con la mirada al girar la esquina. Estaba claro que si el cura podía contactar con ellos no lo haría, así que había que buscar respuestas en otro lugar. Obviamente no las encontraron, nadie parecía saber nada del matrimonio Letrac, se habían esfumado y lo único que habían dejado era dos hijos adolescentes de los que al parecer no querían saber nada. “Todo muy extraño”, parecían decirse con una mueca.

La semana se cumplio y Lanera regresó a la casa. Intentó entrar con su propia llave pero Mary y Jovi habían cambiado la cerradura. Tocó el timbre discretamente y Mary bajó a abrir; no la esperaban y ya casi era medianoche.

- He venido a traeros el dinero, me he enterado de la cantidad que pagasteis y he añadido un 25% -dijo Lanera desde la puerta.
- Mira, no vamos a aceptar tu dinero, es la casa que siempre habíamos deseado y no vamos a vendértela, pero entra y lo discutimos arriba -le espetó Mary.
- Vosotros podéis comprar otra casa, aquí hay cientos -decia Lanera mientras subía las escaleras.
- De haberlo sabido antes no la hubiéramos comprado, pero ahora ya es tarde -dijo Jovi, recibiéndola con los brazos cruzados- además, podría ocasionarnos problemas tu “fuente de ingresos” y no queremos líos.
- Como queráis, pero esta es mi casa y la voy a recuperar, ¿entendéis? -amenazó Lanera.
- No queremos ningún tipo de problemas, pero si se te ocurre hacer alguna tontería no tendremos más remedio que ir a la policía y explicarles tu secreto -advirtió Mary.
- Ja, ja, ja -rió socarrona Lanera- sabéis de sobras que no os serviría de nada.
- Sí, pero si la casa no puede ser nuestra, tampoco será tuya, si te denunciamos, te pillen o no, nunca podrás volver, estará bajo vigilancia -concluyó Jovi.
- Vosotros mismos, yo lo he intentado por las buenas -se despidió Lanera.

Como primera cautela, Mary y Jovi advirtieron a sus vecinos de que la chica no tenía buenas intenciones y pidieron que les ayudaran si la veían por el pueblo. Sin embargo, ella actuaría con nocturnidad y era asistida por su camarilla de distribuidores de papeletas que, en pocos días acabarían con la paciencia de Mary y Jovi. Ya casi se disponían a ponerlo todo en conocimiento de la policía cuando recibieron una carta que alguien había dejado por debajo de la puerta. La carta decía lo siguiente:

“Señores,
Mi nombre es Fräu, me he enterado que han adquirido la casa de mis padres lo cual constituye un gravísimo error. Aunque ustedes no sean conscientes, esa compra no les traerá más que problemas. También he podido saber que Larena les ha visitado y hará lo posible por que abandonen la casa. Y les recomiendo que así lo hagan, a Larena ya no le queda una gota de humanidad. Carece de compasión y les hará la vida imposible hasta conseguir su cometido. Aunque en otras circunstancias se lo recomendaría, no creo que sea útil acudir a la policía. Créanme, cuando a una criatura le han arrancado el alma puede llegar a hacer cualquier cosa, cualquiera, sin pensar en sus consecuencias o sus implicaciones éticas.
En estos momentos no puedo visitarles y no sé si algún día llegaremos a conocernos, pero si pudiera iría a rogarles, de rodillas si es preciso, que abandonen la casa. Seguramente en la comarca habrá casas de las mismas cualidades o incluso mejores. Si deciden abandonarla, sólo tienen que pintar una cruz en la puerta y mi hermana entenderá que se trata de un armisticio.
Siento todo lo sucedido y lo que pueda suceder, les solicito que por su bien hagan lo que les solicito y no se interpongan en nuestro problema familiar.
Saludos,
Fräu”

- Esto es alucinante, esta familia está loca: los padres desaparecidos, la hija perturbada y el hijo... No es normal, que alguien me lo explique, ¡por favor! -Jovi se desesperaba.
- Además el lenguaje no parece el de un pervertido o un loco, sino más bien el de una persona instruída -aclaró ella.
- No sé lo que pasa, cariño, pero deberíamos ir a la policía -dubitaba Jovi.
- Yo estoy empezando a pensar que esta casa nos puede costar más cara de lo que hemos pagado -decía Mary como temiendo las peores consecuencias.

No habían acabado la conversación cuando empezaron a oir barullo por las calles. Al salir, Gut les informó: el párroco se había suicidado, lo habían encontrado colgando del badajo de la campana. Mary y Jovi se miraron mutuamente y no se lo pensaron dos veces, entraron a la casa y prepararon la pintura negra para pintar la cruz en la puerta. Hasta que no se dispersó la gente no salieron a pintarla, mientras tanto hicieron las maletas. A Mary le saltaba el llando por los ojos. Jovi trataba de calmarla diciéndole que buscarían otra casa, que sólo había sido un golpe de mala suerte.

A los pocos días, recibieron una bolsa con el dinero y la cita con una notaría para firmar la compra-venta. La nota incluía una autorización para quedarse en la casa mientras no hubieran encontrado un nuevo hogar, cosa que les tranquilizó.

Al poco tiempo, Mary y Jovi ya habían encontrado otra casa y empezaron a hacer la mudanza. Al ver el camión de las mudanzas, Gut se acercó a Jovi, extrañado:
- Pero cómo, vecino, ¿os váis? Si acabáis de llegar, ¿no os gusta el pueblo? -requirió Gut.
- El pueblo es bonito, pero la gente, con notables excepciones, no está muy cuerda que digamos -Jovi sabía que le decía algo que ya sabía...
- Si te refieres a la familia que vivía aquí, la verdad es que sí eran un poco raros -comentó Gut ante la mirada atenta de Jovi, que dejó lo que tenía entre manos con una mirada que significaba “cuenta, cuenta”- no sé si tiene algo que ver pero es muy extraño que haya aparecido una cruz en vuestra puerta al día después del suicidio del párroco. Parece una señal de venganza.
- No sé a qué te refieres -Jovi se hizo el despistado.
- Estoy seguro de que no es casual, creo que no ha sido un suicidio -comentó Gut en voz baja- verás, hace ya años, el párroco practicó un exorcismo en esta casa a la niña, parece que el diablo ha vuelto a atacar.
- ¿Pero qué me cuentas, Gut? ¿cómo no me lo habías dicho antes? -se exaltó Jovi.
- Shhh, baja la voz, aquí las paredes tienen oídos -Gut miraba hacia los lados nervioso- menos mal que todavía no hablan -bromeó-... Según se rumorea, un día la niña le confesó al párroco que una fuerza sobrenatural la había poseído ... ya me entiendes, que la había hecho mujer contra su voluntad. Yo creía que todo eso estaba superado y que el exorcismo había funcionado.
- Pero Gut, cómo puedes ser tan ingenuo, todo eso son patrañas -le recriminó Jovi-. Y estamos ante algo grave, alguien nos tendría que haber avisado.
- Lo siento, como te digo, creía que ya no había ningún problema, además mi mujer se hace mucho con el párroco y nos había dicho que la niña ya estaba más tranquila -se disculpó Gut- pero veo que las heridas vuelven a reabrirse.
- Cuéntame algo del chico, Gut, ¿porque aquí también había un chico, no? -le preguntó Jovi.
- Bien, del chico no sabemos nada hace tiempo, sabemos que al tiempo del exorcismo lo enviaron a estudiar al extranjero para que tuviera la mejor educación y aprendiera idiomas, sólo ha vuelto un par de veces -contó Gut- ¿por qué me lo preguntas?.
- Nada, simple curiosidad -aclaró Jovi.


Unos meses más tarde, Jovi ya había arreglado el huerto de su nueva casa y empezaba a coger los primeros tomates. Era una tarde de verano y el sol quemaba en la espalda de Jovi cuando notó cómo se acercaban unas sombras. Eran Fräu y Arenal, en una visita sorpresa. Mary vio la llegada de los chicos y llamó tímidamente a Jovi, que se giró hacia ella, entre sorprendido y asustado. El vientre de Mary lucía ya un buen aspecto y su tranquilidad era la prioridad absoluta de Jovi.

- No te asustes, Jovi, no vamos a hacerte nada -ondeó la bandera blanca Lanera.
- Tranquilo, hemos venido a agradeceros vuestra generosidad -se explicó Frau.

Jovi les hizo pasar a la casa, preparó unos refrescos y se sentaron en el porche de la casa. Lanera y Frau en realidad habían ido para darles alguna explicación y para pedirles ayuda, querían saber toda la información posible acerca del paradero de sus padres, así como los intermediarios que participaron en la compra de la casa. Después de pagar todas las deudas y recomprar la casa, Lanera se había entregado en cuerpo y alma a buscar respuestas y parece que las había encontrado.

Todo empezó una mañana de junio, cuando Lanera apenas tenía 13 años. Sin apenas despertar sintió que la apresaban de pies y manos y se inmiscuían en la intimidad de su cama, dolorosamente. Al no poder ver nada, la niña no sabía de qué se trataba. Durante muchos años, ella creyó que había sido una pesadilla o una posesión demoníaca. Tanto se lo creía que lo dijo a sus amigas; el rumor creció tanto que el mismo párroco, conocedor de la verdad, no tuvo otro remedio que actuar como exorcista para liberar a la niña del anticristo. A cambio del servicio (y del silencio), el párroco se cobró bien cobrados los servicios, con cuantiosos donativos mensuales que los señores Letrac enviaban cada semana ocultos en el forraje de una cesta con dulces. Cada mes, la niña se la llevaba con la bicicleta que sus padres le habían comprado después de todo aquello. Nunca dejaba pasar la oportunidad de de comer un dulce a hurtadillas, “dulces mentiras”, se lamentaba Lanera mientras se caían las lágrimas entre los ojos.

Frau continuó el relato, más directo y escueto. Sus padres habían contraído deudas por causa de su adicción a la cocaína. Un día, el proveedor llegó a su casa al alba, después de una noche de borrachera, junto con sus amigos, para reclamar la deuda y, evidentemente, los señores Letrac no podían pagarla. Como advertencia, violaron a su hermana y prometieron violarle a él si no se saldaban las deudas. Como primera reacción, enviaron al chico al extranjero. Después empezaron a traficar ellos mismos, hasta que se les ocurrió la genial idea de cultivar ellos mismos la planta y tratarla para obtener la pasta de cocaína. La cara de asombro de Jovi y Mary no dejaba de mutar por instantes, de la sorpresa a la estupefacción y de la incredulidad a la rabia.

- ¿Y el cura, qué parte de la historia escondía el cura? -preguntó finalmente Mary.
- El cura es el peor de todos -saltó Lanera-, es cómplice desde el principio. Desde siempre supo de las aficiones de nuestros padres y nunca hizo nada por ellos. Cuando se ofreció para el exorcismo no lo hacía por caridad, si ni siquiera él cree en esas cosas, ¡menudo hipócrita!. Como condición para practicarme el exorcismo puso la condición de conocer todos los detalles y luego les sacó provecho. Primero puso el precio y luego lo arregló todo con la policía y el alcalde para que nuestros padres pudieran hacer negocios a sus anchas, nadie les diría nada. Fue él mismo el que sugirió la tapadera de la tienda de retales y telas...
- Ahora lo entiendo todo -dijo Jovi-, ego te absolvo -se disculpó ante Lanera por sus pasados desencuentros, como intentando marcar un punto de distensión-. Nos tendríais que haber dicho algo, habríamos intentado ayudaros -añadió.
- No digas más tonterías, cariño -le disculpaba Mary de su ingenuidad.
- En cuanto hubieron pagado todas las deudas y reunieron una buena cantidad de dinero, los señores Letrac se esfumaron sin dejar rastro, dejando atrás a sus propios hijos. Tanto se precipitaron que incluso vendieron la casa mediante poder notarial, debían estar agobiados por otras mafias, no sabemos. Incluso dejaron una buena cantidad de pasta que ya estaba preparada, gracias a eso Lanera pudo recompraros la casa. Por supuesto, el cura no estaba satisfecho con lo recibido y siguió exigiendo cantidades bárbaras a mis padres. Amenazaba con hacerlo estallar todo y en cuanto dio el primer paso, apareció muerto. Antes de morir, y como muestra de sus intenciones le contó toda la historia a Lanera -finalizó Frau.
- Entonces, ¿no fuisteis vosotros? -preguntó Mary.
- No sabemos quién fue, pero tanto da quién fue el ejecutor, han sido nuestros padres -aseguró Lanera.
- Y por eso queréis encontrarlos, supongo -conjeturaba Jovi.
- Por eso y por los años que nos han robado, todavía no han pagado todas las deudas. No descansaremos hasta verlos entre rejas, pero sabemos que tenemos que buscarlos nosotros mismos -sentenció Lanera con los ojos entre llorosos y rabiosos.

Jovi y Mary les facilitaron toda la información de los agentes inmobiliarios, notarios, tasadores y todas las personas que intervinieron en la compra-venta. Se despidieron con sensación de alivio y largos abrazos recogidos entre lágrimas y besos.

Cinco meses más tarde nació Arenal, hija de Mary y Jovi, el mismo día en el que eran detenidos en Brasil Jade y Forte Letrac, reclamados por la justicia de su país acusados de tráfico de estupefacientes y asesinato.

Nota: este es, en parte, el resultado de transcribir un sueño que me visitó una noche de julio, como agradecimiento al azar, que un día puso ante mí algo que parecía casi un guión de película.