dijous, 12 de gener del 2012

Unas líneas para un nuevo sindicalismo: rupturista e integrador

Esta reflexión surge como respuesta a la situación existente a principios del 2011, ante el hastío que generaba la negativa de los sindicatos mayoritarios a convocar huelgas generales que no fueran testimoniales, puesto que sin su participación a la práctica era imposible hacer tales huelgas. El impedimento, todas lo sabemos, es que forman parte de la misma estructura del poder y no muerden la mano que les da de comer. El drama no se acababa ahí, en el otro lado, los sindicatos minoritarios siguen separados, cuando no enfrentados, por un amalgama de impedimentos, materiales y, en menor medida, dogmáticos e históricos. En una ocasión comenté en un foro que mientras siguiera esa escisión interna en el sindicalismo obrero no podríamos conseguir ningún resultado. Algunas cuestiones que los separan ofrecían la oportunidad de realizar una lectura diferente y propuse algunas relecturas de viejos debates para realizar movimientos unitarios. Aunque la unión organizativa no se consiguió (y aunque ésta tampoco es realmente necesaria), esa situación en la que las bases solicitábamos más movimiento a las organizaciones consiguió cristalizar en una unidad de acción por parte de los sindicatos de corte anarquista y comunista. No es un mal inicio, si no fuera porque la tensión es máxima y continua dentro de los sindicatos y entre los sindicatos. 

Sin embargo, esta reflexión era insuficiente, al hilo de los acontecimientos han ido apareciendo ante nosotras los problemas sociales y sus consecuencias, afirmando las insuficiencias de un sindicalismo anclado en el primer cuarto del siglo XX. Estas insuficiencias se manifiestan solas cuando nuestro impulso nos lleva a crear iniciativas aisladas y a redoblar nuestros esfuerzos organizativos: nuestro tiempo, nuestras capacidades. Los movimientos sociales, entonces, se ven abocados a actuar como vanguardia y como reestructuradores de las acciones. Esta situación tiene sus luces y sus sombras. La propuesta que realizo a continuación tiene como objetivo principal mirar las insuficiencias del sindicalismo y de los movimientos bajo un mismo prisma: el de pensar la economía desde abajo, el de pensar el sindicalismo más allá de la lógica de la lucha obrera, la dialéctica de la oposición con el gobierno y la empresa. Si el sindicalismo quiere renacer deberá dar solución a los estragos del capitalismo y ser capaz de dotarnos de posibilidades para proveernos de alimento, vivienda, educación y las otras necesidades básicas. El objetivo no se limitaría a la autogestión, en horizontalidad, de nuestras vidas, sino que se trataría de arrebatar al capital la condición de oferta en la economía, se trata de llevar nuestro dinero y nuestra fuerza de trabajo fuera de la economía de mercado mediante la iniciativa económica colectíva, de este modo, arrebatamos poder a los poderes fácticos y reforzamos nuestras iniciativas. No podemos ser ingenuos, mientras los poderes fácticos tengan poder tendrán acceso privilegiado a las arcas del Estadom, eso les mantendrá en pie, y les permitirá realizar economías de subvención cruzada: obteniendo el lucro de la subvención podrán rebajar el precio de sus productos y volver a hacerlos atractivos para las trabajadoras.

Empezaré con una cuestión que me parece importante, aunque no forme parte en la línea anunciada, porque forma parte de la estructura de trabajo del sindicalismo actual y creo que debe abordarse a tiempo. La representación política y sindical ha sido la fuente principal de corrupción en los sindicatos, con los funestos resultados que hemos visto. Esto les permite robar el dinero público y liberar trabajadores para hacer funcionar su propia burocracia. Bajo mi punto de vista personal (y advierto que se trata de un debate duro, complejo y agotador), existe una solución temporal y de compromiso que pasaría por utilizar las elecciones sindicales para actuar como contra poder, como cuña que nos permita expulsar a la burocracia de los comités de empresa, no permitiéndoles la venta de nuestros derechos. El sistema de relaciones laborales está pensado para negociar, debe convertirse en un espacio de exigencia, pero sólo de forma transitoria. Respecto de las subvenciones y las liberaciones. Considero que si conseguimos desvincular (en cuanto al destino) las subvenciones del mantenimiento de la burocracia interna y los liberados se desvinculan del proselitismo, y si destinamos ese capital a la liberación de espacios (por ejemplo, adquiriendo bienes muebles e inmbuebles en subastas judiciales) y los liberados se dedican a reforzar iniciativas de autogestión, podemos hacer una especie de llave de judo a ese sistema de corrupción. Esta opción debería ir siempre acompañada de controles internos, de prácticas de supervisión no jerarquizada, horizontal y realmetne colectiva.

La ruptura debe proceder de la forma de entender las relaciones laborales, desde la base. Desentendiendo la subvención y la liberación del espacio de lucha, liberándolo para fines económicos, el nuevo sindicalismo volvería a la base, autorresponsabilizando, colectivamente, a las trabajadoras mismas, que conocen sus necesidades, sus funciones y los problemas organizativos que tienen los centros de trabajo. En último término, al derrumbe de la economía que está aconteciendo, son las mismas trabajadoras, las que conocedoras de su actividad debieran asumir la responsabilidad de forma colectiva, aprovechando cada intento de cierre para crear una oportunidad colectiva de autoocupación y sumarse a una economía solidaria junto con el resto de cooperativas e iniciativas autogestionarias.

Sindicalismo autogestionario dirigido a la autoocupación

Una de las pulsiones más frecuentes en los movimientos sociales es la autogestión. Ésta es una respuesta natural a la progresiva obsolescencia de las prácticas sindicales y a los nidos de corrupción que se han obrado dentro de los sindicatos. Las cooperativas de vivienda de los sindicatos son una buena muestra de ello. Muchos obreros perdieron sus ahorros y ese precedente, sumado a los favoritismos en la adjudicación de viviendas ha dado lugar al abandono del sindicalismo como forma de autogestión. Los medios de comunicación sindicales también han quedado reducidos a la marginalidad. Ya no son, como fueran en su día, medios al alcance y referencia de las trabajadoras. Y así podemos contar una sinfinidad de ejemplos. Como contrapartida, los movimientos sociales han ido creando sus medios de comunicación, propuestas de cooperativa de vivienda siguiendo un modelo de uso frente a la propiedad tradicional (esto es, las cooperativas sindicales eran más cooperativas de construcción que, hecha la división de las viviendas dejaban de existir como tal). En materia de alimentación, han surgido infinidad de iniciativas. 

Entre todas las iniciativas, destaca una opción interesantísima que debería servir para entender el sindicalismo de una forma diferente. Se trata de la cooperativa integral, que permite consumir y ejercer la autoocupación con una suerte de moneda social que, bajo mi punto de vista, viene a cubrir la carencia misma de la integración. Mientras los modelos cooperativos no puedan cubrir todas las necesidades, es necesario un vínculo con la economía exterior. El nuevo sindicalismo podría adoptar una estrategia similar, trazando vinculos con las iniciativas existentes, integrando (sin integrar las actividades en una misma organización, como protección ante la corrupción que llevamos impresa en nuestra parte animal) esas prácticas económicas en sus objetivos, informandonos entre nosotras de las diferentes actividades, dedicando parte de nuestro tiempo a hacer crecer y consolidar esa otra forma -solidaria- de hacer las cosas.
La idea de cooperativa integral, proyectada en estructuras sindicales no unitarias de forma transversal puede ser una solución alternativa al capitalismo a niveles macro, porque es capaz de satisfacer nuestras necesidades básicas en un marco de horizontalidad y autorresponsabilidad, tanto individual como colectiva, tanto de forma parcial como global y tanto desde la perspectiva de transitoriedad como de objetivo, de meta a alcanzar.
La autoeducación y la escuela y la universidad libres

Una de las iniciativas populares más interesantes pero menos desarrolladas es el de las universidades libres y, en menor medida, las escuelas libres y los espacios compartidos de crianza. El entramado organizativo de las escuelas y las universidades las han convertido en máquinas de fabricar piezas para la misma máquina, la sociedad espectacular, uniformada y alienante. La escuela y la universidad libres son una reacción desde un punto de vista material, abre los ojos ante otras realidades, aborda debates antes ignorados, crea confluencias impensables desde la rigidez de la escuela pública de la corrupta organización tribal de las escuelas privadas y las universidades oficiales, pasto tradicional de las sectas religiosas y políticas dominantes.

Las escuelas y los institutos públicos de educación infantil primaria y secundaria incluídas las profesionales son omnipresentes y obligatorias y los títulos oficiales de las universidades son los únicos válidos. Para superar ese obstáculo es necesario constituir organizaciones apoyadas con una organización más o menos tradicional para gozar del reconocimiento oficial y salvar así los impedimentos para la escolarización libre. Apoyadas en la estructura de la economía solidaria, pueden ofrecer una solución a las necesidades de dotar de una educación responsable y libre para niños y adultos y, en consecuencia, sería el antídoto contra la uniformización.

Uno de los hechos más reveladores que se me han mostrado, en relación con la educación, la participación en los movimientos sociales es el largo número, impresionante e impactante, de licenciadas, doctoras y profesoras universitarias que componen los diferentes colectivos. Aprovechando esa fuerza para crear universidades con estudios reglados sacaría nuestras iniciativas de la marginalidad, permitiría el acceso a otras formas pedagógicas de una forma simple y con ciertas garantías. De hecho, gracias a Internet ni tan siquiera necesitamos aulas ni despachos, solamente el esfuerzo de nuestro trabajo y ciertas premisas organizativas que nos ayuden a no caer en la propaganda, a autoimpartirnos una educación de calidad. Pagando el peaje de una adaptación formal a requisitos legales podemos escapar del molde ideológico e industrial de las instituciones educativas y permitir la libertad de elección a nuestras compañeras. Para hablar más claro, siendo un poco rojos en la organización podemos ser todo lo punkis que queramos en cuanto a lo contenidos, permitiendo a las estudiantes la libre conducción de sus estudios (siempre que sean tales y no meros trámites, siempre que tengan contenido y no sólo evaluaciones).
Estas reflexiones están escritas para llamar a una reflexión sobre el sentido mismo de la sindicación entre personas, para llevarla más allá de los sindicatos y para atraer a las organizaciones sindicales más allá de los lindes de las relaciones laborales. La intención es la de provocar un debate sobre cómo unir varios mundos hasta hoy separados y la de crear soluciones a los problemas actuales sin necesidad de recurrir a liderajes a un partido político salvador o a una visión mesiánica que nos lleve a una revolución-reforma que acabaría en vía muerta a la abdicación ante los poderes fácticos, tal y como han demostrado los sindicatos mayoritarios y los partidos políticos, totalmente absorvidos por la maquinaria capitalista.

Este escrito seguramente necesita ser controvertido, discutido, rectificado, reescrito, etc... No existen más límites que tu libertad.